sábado, 23 de agosto de 2014

ETIENNE MOREAU

Aunque parezca que no, dicen que así fue: los indios de las costas de Rocha hablaron francés. Seguramente su profesor fue el pirata galo Etienne Moreau, ayudado por otros audaces marinos, que se aventuraron en estas costas para dedicarse a la faena de cueros y a su contrabando. Una investigación que el gobernador de Río de Janeiro hizo en 1714 demostró que entre Castillos y Montevideo, las playas eran ancladero de franceses que con la vista gorda de los guardias españoles se dedicaban a su redituable negocio.

Para 1717 los franceses ya habían entablado contacto con los nativos y se habían establecido en Maldonado explotando la industria del corambre, protegidos por una construcción militar dotada de cuatro cañones. Allí estaba Moreau con una flota de cuatro buques.

Preocupado por el saqueo del ganado de sus tierras, el gobernador de Buenos Aires y futuro fundador de Montevideo, Bruno Mauricio de Zabala, envió a una flota para perseguir a Moreau.


La misión tuvo éxito. El "San Francisco", la nave insignia del francés, y él mismo caen prisioneros, junto con los otros buques, 220 toneladas de carga, 18 cañones y 55 hombres.

Pero Moreau volvería. A fines de 1719 ya está otra vez en Maldonado, otra vez con cuatro naves, otra vez acumulando más y más cueros. Esta vez Zabala decide enviarle por tierra un ejército de 30 milicianos y 75 soldados y oficiales.

Ya en marcha por la Banda Oriental los hombres de Zabala encontraron cerca del río Santa Lucía dos ranchos y más de 1.500 cueros. Lo prendieron todo fuego. En Montevideo sostuvieron un nuevo encontronazo con los franceses. Incendiaron 30 barracas, pero no pudieron apresarlos. Volvieron a Buenos Aires.

Terminado el patrullaje Moreau volvió en 1720, otra vez con cuatro barcos, pero esta vez con más de 100 hombres bien armados. Según los documentos de la época, los indios guenoas lo secundan en sus operaciones, esta vez en la zona de Castillos.

Su posición y su fortaleza ponen en peligro la ruta del Río de la Plata, entendió Zabala, y volvió a cargar contra los galos, ordenándole al capitán Antonio Pando y Patiño que "desalojase a los franceses de cualquier parte donde hubiesen hecho asiento".

Pando se introdujo en la Banda Oriental con una tropa despareja: 54 veteranos, 27 milicianos y 25 indios chanás de la reducción de Santo Domingo Soriano.

 La suerte estuvo de su lado. En Maldonado un oficial español le entregó un prisionero mulato que había trabajado con los franceses y que bien conocía sus posiciones. Caminaron días y noches guiados por el prisionero a través de ríos y pantanos que, sin orientación, hubieran resultado un laberinto indescifrable.


El 24 de mayo encontraron a los franceses. Tomaron un pequeño descanso para la batalla. El mulato los guió entre nuevos pantanos y los puso en posición de fuego. El tiroteo duró media hora, algunos franceses intentaron llevar los cueros a sus navíos que, a su vez, dispararon contra los españoles.

Moreau encabezó la defensa y luchó con gran valor, hasta que un balazo del ayudante español Pedro José Garaycochea le entró por la boca y lo mató. Los franceses se rindieron, debiendo clamar: ¡viva Felipe V!

Siete murieron, 15 fueron heridos y 57 tomados prisioneros. Sus socios guenoas, los que hablaban francés, huyeron, muchos de ellos heridos, salvo dos tomados prisioneros. Varios de los que escaparon fueron muertos por certeros flechazos de los chanás, que también mataron así a un francés. También murieron algunos minuanes que colaboraban con Moreau. Ocho mil cueros fueron quemados.
 
Poco se sabe de los piratas que incursionaron en las costas de Rocha, Uruguay. La apacible costa del Este uruguayo esconde en sus bahías, roquedales y hermosas playas, muchas historias fascinantes entrelazadas con misterios y leyendas. Entre ellas, la historia de las andanzas de piratas en el Río de la Plata.
Alrededor del año 1700 los piratas merodeaban las costas del litoral este uruguayo, atacando navíos que bordeaban la costa con destino a España. Los saqueaban y luego, aparentemente, ocultaban sus tesoros en lugares de la costa.
Como en toda historia de piratas, hay tesoros ocultos, saqueos y feroces combates que nos llegan desde el fondo de la historia, envueltas en un halo de misterio y cierto romanticismo. Una de esas historias es la del corsario francés Etienne mOreau, que invadió las costas de Maldonado y Rocha llegando incluso hasta las márgenes del hoy Río Santa Lucía, varios kilómetros al Oeste de la Ciudad de Montevideo.
El Profesor Alejandro Paternain en su libro El señor de la niebla (Colección Deletras, Editorial Fin de Siglo, Uruguay 1993), nos relata en amena y novelada forma la dramática y poco conocida incursiónn de los corsarias en el Río de la Plata.
Los piratas y corsarios franceses se habían establecido en las costas del Este y merodeaban la zona desde comienzos del siglo XVIIII, aproximadamente, con base en la boca del arroyo Maldonado desde donde atacaban a las naves que surcaban el estuario, ejerciendo también la industria del cuero.
Aparentemente, según el famoso buscador de tesoros Rubén Collado, el producto de los saqueos era escondido en lugares como el Rincón de Piriz, sobre la margen izquierda del arroyo Maldonado, y en la isla Ca Huí. El sitio es cercano al hoy mundialmente conocido como Punta del Este, el balneario uruguayo por excelencia.
Muchos fueron los que buscaron los tesoros perdidos y aún hoy lo hacen. Sirva como referencia que el curso de agua que desemboca en la margen izquierda del arroyo Maldonado, ha sido denominado Manantial del tesoro por su supuesta relación con estas historias.
Se sabe que a través del tiempo han aparecido algunos objetos en el lugar, y que por el año 1893 un agricultor en un campo que bordea la zona topó su arado con un enterratorio de más de trescientas monedas de plata.
En 1717, el entonces Gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zabala, quien luego fundara el asentamiento militar que dio origen a Montevideo, envió una flota para terminar con la invasión derrotando y expulsando por primera vez a los corsarios.
Pero el pirata Moreau vuelve a fines de 1719 y se establece nuevamente. Entonces Zabala envía por tierra un nuevo ejército que, luego de varias escaramuzas, destruye los depósitos de cueros de los corsarios situados en lo que hoy son las orillas del Río Santa Lucía y en la bahía de Montevideo, pero desiste esta vez de perseguirlos.
Al año siguiente Moreau vuelve con varios barcos, más de 100 hombres bien armados y el apoyo de los Guenoas, indígenas de la región de buena relación con los franceses. Así, se instala en la actual zona de Castillos.
.Alertado Zabala, envía al Capitán Antonio Pando con una tropa compuesta por milicianos e indígenas de la nación Chaná, que habitaba el litoral del Río Uruguay, con la orden de desalojar nuevamente a los franceses.
Según reza el parte de batalla del Capitán Pando, el 24 de mayo se produjo el feroz enfrentamiento que culminó con la muerte de Etienne Moreau y la rendición de su tropa, poniendo punto final a aquella aventura corsaria en el Río de la Plata, no así a la leyenda y al misterio sobre tesoros perdidos que aún hoy perdura.


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