jueves, 18 de septiembre de 2014

PRESIDENTES DEL URUGUAY: JUAN ANTONIO LAVALLEJA (IV) 17 de abril - 24 de octubre de 1830

Juan Antonio Lavalleja y de la Torre ( MInas,  Virreinato del Río de la Plata, 24 de junio de 1784 - Mntevideo, Uruguay, 22 de octubre de 1853) fue un militar y político uruguayo. Jefe de los Treinta y Tres Orientales y Presidente de Uruguay en el Triunvirato de Gobierno de 1853.

Primeras luchas por la independencia

Era hijo de Manuel Pérez de La Valleja, español originario de Huesca, estanciero acomodado, y de Ramona Justina de la Torre, española también.
El alzamiento de su país respondiendo al alzamiento ocurrido el 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, tuvo en Lavalleja un decidido y entusiasta soldado desde su inicio, que peleó en la Batalla de Las Piedras en 1811, siendo promovido a capitán en 1814.
Acompañando a Artigas e inicialmente a las órdenes del lugarteniente de aquel Fructuoso Rivera en la lucha entablada contra los unitarios, se batió con Manuel Dorrego en los campos de Guayabos, el 10 de enero de 1815, siendo este último derrotado.

Actuación durante las invasiones portuguesas


En 1816 se produjo la invasión por parte del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, bien vista por los enemigos de Artigas, y Lavalleja supo desempeñarse con buen éxito contra los extranjeros en la región minuana, cuyos parajes bien conocía.
En 1817 se sostuvo vigorosamente junto a Rivera en el Paso de Cuello, contra muy superior número de soldados del general portugués Carlos Federico Lecor. Ese mismo año contrajo matrimonio con Ana Monterroso, hija de Don Marcos Monterroso y cuya madre, Doña Juana Bermúdez Artigas, era prima hermana del Prócer José Gervasio Artigas. El 3 de abril del año 1818 una fuerza portuguesa lo hizo prisionero en el arroyo Valentín (Salto). Remitido a Montevideo, fue trasbordado a Río de Janeiro, donde quedó confinado en un pontón, posteriormente fue transferido a la isla Das Cobras junto con Fernando OtorguésManuel Francisco Artigas y Leonardo Olivera
En 1821 se autorizó su vuelta a Montevideo e inmediatamente tomó servicio en el Regimiento de Dragones de la Unión, cuyo jefe era el coronel Rivera.
Cuando se proclamó la independencia de lo que hoy es Brasil para constituirse en Imperio de Brasil, Rivera y Lavalleja estuvieron junto con Lecor a favor, firmando el acta de aclamación y reconocimiento del emperador Pedro I de Brasil, el 17 de octubre de 1822.
Al pasar a Buenos Aires en 1824, las autoridades imperiales lo declararon desertor confiscándole los bienes.

Desembarco de los Treinta y Tres

Sus antecedentes significaban mucho para la emigración oriental repartida en todas las Provincias Unidas del Río de la Plata, y los planes de revolucionar la Provincia Cisplatina que lentamente se venían tejiendo, cobraron visos de realidad. Y en combinación con los jefes que tenían algún mando en la Banda Oriental que se hallaban dispuestos a secundar una tentativa de revuelta, seguramente apalabrando antes que nadie al coronel Fructuoso Rivera, al servicio del gobernador Lecor, se logró reunir tras muchos esfuerzos, el dinero necesario para el equipo de la pequeña expedición que desembarcando en la costa oriental, debía provocar el levantamiento de la provincia contra sus ocupantes.
Lavalleja fue el elegido para jefe de la peligrosa empresa, recomendado por su temerario valor y su probada audacia. La épica hazaña se realizó el 19 de abril de 1825, tomando tierra en la orilla del o Uruguayplaya de la Agraciada, con unas pocas armas y al frente de un grupo indeterminado de compañeros orientales y de otras provincias, que la tradición denomina treinta y tres orientales, en su mayoría jefes y oficiales.
Se emprendieron operaciones ofensivas, logrando el 24 entrar en Santo Domingo de Soriano y seguir luego en busca del coronel Rivera, al cual se le encontró en el paraje llamado Monzón el día 29. Tras corta entrevista de los antiguos compañeros y amigos, Rivera quedó incorporado a las fuerzas patriotas con los soldados a sus órdenes.
Existe controversia en la historia sobre si Rivera fue sorprendido y hecho prisionero por Lavalleja en Monzón, como lo dice éste en carta a su esposa fechada en San José el 2 de mayo, y en tales circunstancias Rivera optó por plegarse a las huestes invasoras, o si aquello vino a ser la consecuencia de un arreglo previamente combinado, como parece más natural, pero Rivera necesitaba cuando menos salvar las apariencias.
La adhesión de Rivera, individuo con gran prestigio y vinculación en la campaña, equivalió sin duda alguna a una primera batalla ganada. Prosiguiendo las operaciones, las villas de San José y Canelones cayeron en poder de los patriotas, y el 14 de junio era establecido en Florida un Gobierno Provisorio bajo la presidencia de Manuel Caballeros y allí, el 25 de agosto de 1825, la Sala de Representantes proclamó la independencia de la provincia y de inmediato declaró su unión a las demás del Río de la Plata.
Rivera batió a sus adversarios en Rincón de Haedo el 24 de septiembre y el 12 de octubre Lavalleja obtuvo su triunfo en Sarandí Grande

Actuaciones posteriores

El gobierno de Buenos Aires, accionado por la creciente presión de la opinión pública, aceptó a la Provincia Oriental como unida a las otras, lo que significaba la guerra con el Imperio del Brasil iniciándose las hostilidades en enero de 1826 (Guerra rioplatense-brasileña). Pero ya habían surgido las primeras disensiones entre Lavalleja y Rivera que, si bien se acallaron casi enseguida, quedaron en punto que volverían a estallar.
Lavalleja fue incorporado al Ejército Republicano precisamente para alejarlo del campo de la política y marchó a la campaña de Río Grande del Sur, tocándole hallarse en la jornada victoriosa de Ituzaingó el 20 de febrero de 1827. Siguieron sus desafectos con el general en jefe Carlos de Alvear, lo que produjo la inacción del Ejército Republicano, mientras los imperiales se preparaban activamente para reabrir las hostilidades. Hubo necesidad de retirarse y Alvear se estableció en Cerro Largo y Lavalleja en el Durazno, hasta que a la separación de Alvear, en julio de 1827, Lavalleja fue investido con el mando superior del Ejército.
Envuelto en disidencias y ambiciones de la época, deseoso de mando y sin la diplomacia que es atributo esencial de los hombres de gobierno, el general Lavalleja se involucró pronto en una serie de violencias de orden político-administrativo, culminando con la ejecución de su orden del 12 de octubre de 1827 en la que se disolvió la Junta de Gobierno que presidía Joaquín Suárez.
La Convención Preliminar de Paz que se convino en 1828 entre el Imperio de Brasil y las Provincias Unidas, hizo a Lavalleja deponer su dictadura y el general José Rondeau se hizo cargo del Gobierno Provisorio del recién creado Estado Oriental el 1 de diciembre.
En las primeras elecciones que tuvieron lugar en la naciente república, en agosto de 1830, varios de sus partidarios accedieron a las cámaras legislativas. No obstante, Rivera obtuvo una cantidad mayor de apoyos, siendo proclamado en octubre de ese año como Presidente.
Lavalleja se rebeló contra la presidencia de Rivera, alzándose en armas en julio de 1832, siendo derrotado y obligado a refugiarse en el Brasil. En 1834 es protagonista de un nuevo levantamiento armado, invadiendo la República Oriental con el auxilio de Juan Manuel de Rosas. En esta ocasión también fue derrotado.
En la presidencia de Manuel Oribe, 1835-36 estando emigrado en la Confederación Argentina, Rosas lo apoyó contra Oribe. Sin embargo, cuando el general Rivera se rebeló contra el gobierno, a mediados del año 1836, vino a ofrecer su espada a Oribe, desembarcando en Colonia el 1 de agosto de 1836 al frente de un centenar de hombres. Le fue restablecido su grado del ejército nacional, y compartió con el general Ignacio Oribe la victoria en la Batalla de Carpintería, el 19 de septiembre de 1836, pero también le cupo la responsabilidad de la derrota de Palmar, el 15 de junio de 1838.
A la renuncia de Oribe en octubre de 1838, Lavalleja, previa entrega a los riveristas de la plaza de Paysandú, cruzó a Buenos Aires para ponerse a servicio directo de Rosas, acompañó al general Pascual Echagüe, en la invasión de 1839 y el 29 de diciembre sufrieron una estrepitosa derrota en la batalla de Cagancha. Regresaron y en 1840 fueron vencidos en Don Cristóbal.
El largo período de la Guerra Grande transcurrió oscuramente para él, residente desde 1845 en el campo del Cerrito, donde tenía su gobierno Oribe. Pasó desapercibido y, según palabras de Antonio F. Díaz, sufrió verdaderas privaciones materiales.
Después de la paz del 8 de octubre de 1851, fue dado de alta en el ejército como brigadier general, confiándosele la Comandancia Militar de los departamentos de Cerro Largo, Minas y Maldonado.
Se le incluyó junto a Rivera y a Venancio Flores en el Triunvirato que el 25 de septiembre de 1853 sustituyó al gobierno constitucional de Juan Francisco Giró, pero antes de cumplir un mes en sus funciones, falleció repentinamente mientras despachaba en el fuerte de Gobierno.

lunes, 15 de septiembre de 2014

PRESIDENTES DEL URUGUAY: JOSÉ RONDEAU (III) 22 DE DICIEMBRE DE 1828 - 17 DE ABRIL DE 1830

José Casimiro Rondeau (Buenos Aires, 4 de mayo de 1775 – Montevideo, 18 de noviembre de 1844) fue un militar y político rioplatense con destacada actuación en la guerra de independencia de la Argentina y el Uruguay. Por dos veces ejerció el cargo de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.


EL SITIO DE MONTEVIDEO
En 1790 se trasladó con su familia a Montevideo. En agosto de 1793 ingresó como cadete del Regimiento de Infantería de Buenos Aires y en 1806 ya era capitán del Regimiento de Blandengues de Montevideo.
En 1807, durante las invasiones inglesas, fue hecho prisionero cuando cayó en poder de los invasores la ciudad de Montevideo.
Puesto en libertad en Gran Bretaña en 1808, quedó en España, siempre en servicio del rey. Volvió a Montevideo, donde lo sorprendió la Revolución de Mayo de 1810. Decidido por la causa americanista, pasó a la otra banda donde la Primera Junta de Buenos Aires le dio plaza en el ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata con el grado de teniente coronel, destinándolo a las operaciones de la Banda Oriental en carácter de jefe de las fuerzas independientes. Promovido a coronel y al mando del Regimiento de Dragones de la Patria, sitió a Montevideo y el 31 de diciembre de 1812 ganó la batalla de Cerrito.

CONFLICTO CON ARTIGAS
El caudillo oriental José Artigas se unió al sitio y reunió un congreso en Tres Cruces, donde los representantes de los pueblos de la Provincia Oriental eligieron sus diputados para unirse a la Asamblea del año XIII. Sin embargo, los diputados fueron rechazados por la Asamblea, que estaba dominada por la Logia Lautaro, porque llevaban instrucciones de conseguir autonomía política, económica y militar para su provincia. El gobierno porteño quería mantener un gobierno claramente unitario.
Por orden de la Asamblea, Rondeau organizó su propio congreso en Capilla de Maciel, donde la mayoría de los supuestos diputados de los pueblos fueron elegidos directamente por Rondeau, excluyendo expresamente a los aliados de Artigas. Lógicamente, nombró diputados a la Asamblea a partidarios del gobierno, que viajaban sin instrucciones, es decir, quedaban librados a su conciencia y a la presión de los porteños.
En vista de estos hechos, Artigas se retiró del sitio de Montevideo a principios de enero de 1814, seguido por sus hombres. Pese a que esto dejó desguarnecido parte del campamento patriota, los españoles habían quedado escarmentados en la batalla de Cerrito y no lo aprovecharon.
Rondeau pidió desesperadamente refuerzos para suplir a los orientales; se los enviaron en mayo, cuando ya el capitán Guillermo Brown había vencido a la flota española y dejado aislada la ciudad. Pero, junto a los refuerzos, el Directorio lo relevó del mando del ejército sitiador de Montevideo cuando la plaza se hallaba virtualmente tomada. El nuevo jefe sería Carlos María de Alvear, militar sin títulos, que quería para sí la gloria de tomar la ciudad, algo que ya era inevitable. Lo logró apenas unos días después, y a continuación se lanzó a perseguir a Artigas y sus partidarios.
  
Carlos María Alvear                                                       Guillermo Brow

EL EJÉRCITO DEL NORTE
Para disimular un poco el escandaloso reemplazo, el Director Gervasio Antonio de Posadas lo ascendió a brigadier general y lo transfirió como jefe al Ejército del Norte. De inmediato se puso a organizar la que sería la tercera campaña al Alto Perú. Contaba para ello con los refuerzos enviados desde Montevideo, es decir, tropas que habían participado del sitio, muchos de los antiguos sitiados y, sobre todo, un poderoso armamento capturado allí. Cuando todo estaba listo, recibió la noticia de que Posadas mandaba reemplazarlo en el mando del ejército por Alvear. Era demasiado; varios oficiales se sublevaron y desconocieron públicamente la autoridad de Alvear, obligándolo a regresar antes de llegar a su destino.
Esta rebelión obligó a Posadas a renunciar, y en su lugar fue electo Alvear; éste dedicó su gobierno a perseguir a sus opositores, pero apenas tres meses más tarde fue derrocado por una rebelión militar. El cabildo porteño designó para sucederlo a Rondeau, que no podía perseguir a nadie en la capital por la sencilla razón de que estaba a 2000 kilómetros de allí. Para suplirlo en la capital quedó el jefe de la revolución que había derrocado a Alvear, el coronel Ignacio Álvarez Thomas.
Todos estos desórdenes minaron la autoridad del jefe del Ejército, que perdió meses claves en preparativos y reorganizaciones. Entre otras cosas, reemplazó como jefe de vanguardia al coronel Martín Miguel de Güemes por el inhábil Martín Rodríguez. Éste fue vencido y tomado prisionero en el Combate de El Tejar, apenas entrado en la Puna jujeña.
Poco después, Güemes y algunos Granaderos a Caballo salvaron la campaña en otra victoria, en Puesto del Marqués. Recién entonces comenzó la expedición; pero la obstinación de Rondeau en despreciar a Güemes y sus guerrillas llevó a que éste se retirara del ejército con sus gauchos. Apenas llegado a Salta, fue electo gobernador de la provincia, en un acto que significaba una insubordinación contra el Director del Estado, pues iniciaba la autonomía política de esa provincia.

LA CAMPAÑA AL ALTO PERÚ
En mayo de 1815 el Ejército del Norte entró en Potosí y, quince días más tarde, Juan Antonio Álvarez de Arenales e Ignacio Warnes vencieron a los realistas en la batalla de La Florida y ocuparon Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra.
A mediados de octubre, Martín Rodríguez decidió atacar de noche a los realistas acantonados en Venta y Media, sufriendo una tremenda derrota.
Con un ejército desmoralizado y anárquico, Rondeau concentró sus tropas cerca de Cochabamba, en el llano de Sipe Sipe. Allí se enfrentaron los 3.100 soldados patriotas y sus 9 cañones (sin la colaboración de los voluntarios indios, despreciados por motivos raciales) contra los 5.000 realistas, armados con 23 cañones. El jefe enemigo, Joaquín de la Pezuela, resultó mucho mejor estratega que Rondeau. La derrota de Sipe Sipe, del 29 de noviembre de 1815, fue un desastre total. Las provincias del Alto Perú se perdieron para siempre, y cuando lograran su independencia lo harían como nación aparte, la República de Bolivia
Tras el alzamiento de los criollos en el Alto Perú, una fuerza realista se alistó para sofocar la rebelión. Las milicias patriotas de Cochabamba comandadas por Francisco del Rivero se prepararon para unirse a una columna enviada desde Buenos Aires. Ante el avance enemigo, prepararon posiciones en el pequeño pueblo de Sipe Sipe. El 13 de agosto son derrotadas por las tropas españolas mas numerosas y mejor entrenadas que comanda el general Goyeneche. La batalla duró tres horas y los patriotas perdieron 600 hombres y la mayoría de sus fusiles y cañones. Los realistas apenas perdieron 15 hombres. La victoria de las tropas coloniales le permitió a España recuperar paulatinamente el control sobre otros distritos rebeldes del Alto Perú.

CONFLICTO DE GÜEMES
En su huida, el Ejército sólo pudo rehacer sus filas en el límite norte de la actual Argentina. Desde allí se propuso vengar la afrenta de Güemes, a quien Rondeau había declarado traidor y desertor. Para empeorar las cosas, Álvarez Thomas envió tropas de refuerzo, al mando de Domingo French y Juan Bautista Bustos, con orden de derrocar a Güemes y después incorporarse al Ejército del Norte. Güemes no los dejó pasar hasta haberse asegurado de que no lo atacarían.
En enero de 1816 ocupó la ciudad de Salta pero, tras algunas semanas de una guerra civil absurda, finalmente se firmó un tratado entre el Director del Estado y el gobernador de Salta. En éste se le encargaba la defensa de la frontera norte del país al gobernador salteño. Lo hizo muy bien, mucho mejor que lo esperado: soportó cinco invasiones sin ayuda externa y, finalmente, se sacó de encima a los realistas. De paso, desgastó en su propia provincia al poderoso ejército español, que perdió la oportunidad de defenderse en Chile y Perú. A principios de mayo de 1816 fue reemplazado como Director del Estado por Juan Martín de Pueyrredón, y dos meses más tarde debía dejar el Ejército del Norte en manos de Manuel Belgrano. De todos modos, éste nunca logró hacer una cuarta campaña al Alto Perú, y el Ejército se disolvería a principios de 1820, desmembrado por efecto de las guerras civiles.

EL DIRECTORIO
En 1818 fue nombrado inspector general del ejército y la frontera con los indios del sur, que se habían levantado contra el avance de la población blanca hacia el sur la provincia de Buenos Aires, aprovechando el desorden del ejército. En abril de 1819 fue nombrado gobernador de la provincia de Buenos Aires, aunque su autoridad era simplemente delegada del Director. En junio de ese año, la renuncia de Juan Martín de Pueyrredón lo llevó al puesto de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Su mando no era efectivo fuera de Buenos Aires. Los gobernadores de Cuyo y Salta se consideraban, en la práctica, sólo aliados del Directorio. Los de Córdoba y Tucumán, nombrados por Pueyrredón, se manejaban con mucha autonomía. Por su parte, las provincias litorales (la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe), negaban toda autoridad al gobierno porteño y se mantenían hostiles. Una tensa tregua mantenía la paz con Santa Fe, e incluso se mantenían en pie algunas peligrosas montoneras en Córdoba. La Banda Oriental, o al menos sus ciudades costeras, estaba dominada por los invasores portugueses, con apoyo evidente del gobierno central.
Sin embargo, la peor amenaza para su gobierno estaba mucho más lejos: en Cádiz se estaba organizando una poderosa invasión al Río de la Plata. La revolución liberal en España suspendió su partida, pero la noticia no llegó a Buenos Aires sino después de la caída del Directorio.
Rondeau se abocó a terminar cuanto antes con los federales, pero la única solución que no se le ocurrió para esos enemigos fue negociar con ellos y cederles la autonomía que reclamaban. Ordenó a José de San Martín que trajera el Ejército de los Andes a luchar también en la guerra civil. Manuel Belgrano obedeció, pero dejó el mando en manos de Francisco Fernández de la Cruz, y como segundo al general Bustos. Como San Martín se negó, envió al general Balcarce a tomar el mando de su ejército y traerlo a Buenos Aires; los gauchos de Estanislao López detuvieron el convoy.

CEPEDA
Rondeau decidió que la tregua estaba rota y ordenó a Belgrano trasladar el Ejército del Norte enteramente a la guerra contra Santa Fe. Hizo también algo mucho peor: invitó al gobernador portugués de la Banda Oriental, Carlos Federico Lecor, a invadir las provincias de Entre Ríos y Corrientes. Es decir que se negó a expulsar a los invasores de parte del territorio que gobernaba y los invitó a invadir otras porciones de su territorio.
En octubre, el caudillo entrerriano Francisco Ramírez pasó a la ofensiva e invadió el norte de la provincia de Buenos Aires. Rondeau salió a campaña y se puso al frente del ejército porteño, pero el 8 de enero de 11820 estalló el motín de Arequito, en el que el Ejército del Norte, Bustos depuso a su comandante y se negó a seguir la guerra civil.
Rondeau quedó solo frente a López y Ramírez, que el 1 de febrero de 1820 lo enfrentaron en la Batalla de Cepeda. El Director formó su ejército en una disposición clásica, con la caballería a los lados y la infantería y la artillería al medio; protegiendo sus espaldas quedaba la larga formación de carretas. Una posición muy difícil de vencer, salvo que el enemigo no estuviera obligado a atacar de frente. Los jefes federales rodearon el dispositivo y se pusieron a sus espaldas. De inmediato atacaron a la caballería, mientras la infantería trataba de asomarse entre los carros y los cañones aún apuntaban para el otro lado. La batalla duró diez minutos, y la huida de la caballería directorial arrastró a Rondeau. El resto del ejército tuvo que retirarse hacia San Nicolás de los Arroyos y embarcarse de regreso a Buenos Aires.
Todo el norte de Buenos Aires fue invadido por los caudillos, que llegaron en pocos días a los alrededores de la capital. Rondeau renunció el 11 de febrero, y en marzo abandonó la ciudad trasladándose a Montevideo. Su caída causó la caída del Directorio y del Congreso de Tucumán; hasta mediados de 1862 no habría un gobierno nacional reconocido por todas las provincias.
Estanislao López

1828
Durante la década siguiente ayudó al gobernador Martín Rodríguez en sus campañas contra los indios del sur de Buenos Aires. En 1825 hizo una campaña general sobre la frontera pero fue completamente derrotado en Toldos Viejos, cerca de Dolores. Desde entonces pasó a ejercer su mando desde Buenos Aires.
Estando en guerra las Provincias Unidas del Río de la Plata contra el Imperio del Brasil por la recuperación de la Banda Oriental, fue nombrado comandante del ejército que debía operar en la Banda Oriental. Pero el ministro de Guerra, Alvear, lo reemplazó por sí mismo. Sí, de nuevo reemplazó a Rondeau.
El gobernador Manuel Dorrego lo nombró su ministro de guerra, pero el 10 de octubre de 1828 renunció, pues en el recién nacido Estado Oriental del Uruguay, la Asamblea General Constituyente y Legislativa reunida en Florida, en votación unánime, lo llamó a ocupar el puesto de Gobernador y Capitán General Provisorio. El 22 de diciembre de 1828 prestó juramento ante la Sala de Representantes que en esos momentos funcionaba en Canelones. Esto neutralizó las ambiciones de mando de los generales Fructuoso Rivera y Juan Antonio Lavalleja, empeñado cada uno en ser gobierno. Renunció el 17 de abril de 1830, poco después de la sanción de la primera constitución de Uruguay y, al día siguiente, fue ascendido en el ejército con el grado de brigadier general.
Durante la presidencia de Rivera, en 1832, se le designó Encargado de Negocios ante el gobierno argentino. En 1835 se lo nombró Jefe del Estado Mayor del Ejército, función que abandonó por motivos de salud el 5 de abril de 1838. Fue nuevamente ministro de Guerra entre el 6 de febrero de 1839 y el 5 de marzo de 1840. Con sus exiguas fuerzas físicas participó en la Defensa de Montevideo en 1843 y 1844, en el período más duro del asedio, junto a muchos militares argentinos veteranos como él. Falleció a fines de ese año.
Enterrado con excepcionales honores, sus restos, que descansan en el Panteón Nacional del Cementerio Central, fueron solicitados en 1891 por la Argentina a fin de reintegrarlos a su patria natal, pero Uruguay determinó que sus cenizas debían permanecer en su suelo, al cual había servido como patria propia. En su honor se le dio su nombre a la avenida montevideana que comienza en la Plaza Cagancha, en el Centro, y que se extiende hasta la Avenida Agraciada, en La Aguada.