miércoles, 31 de diciembre de 2014

FELIZ AÑO 2015



                               FELIZ 2015

EL DESEMBARCO DE LOS TREINTA Y TRES ORIENTALES

Los Treinta y Tres Orientales es el nombre con el que históricamente se conoce a los hombres liderados por Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe que, en 1825, emprendieron una insurrección desde lo que hoy es la Argentina, para recuperar la independencia de la Provincia Oriental (territorio que comprendía lo que hoy es Uruguay y parte del actual estado brasileño de Río Grande del Sur), en ese momento bajo dominio brasileño.


LA ORGANIZACIÓN.
Uno de los jefes militares de aquel grupo, Lavalleja, que había combatido contra los portugueses y brasileños junto a José Gervasio Artigas, organizó desde la Provincia de Buenos Aires una expedición militar con el objetivo de expulsar a los brasileños y reunir a la Provincia Oriental con las Provincias Unidas del Río de la Plata, tal como había sido la intención del movimiento de los años 1822 a 1823.
La expedición, que resultó en la Cruzada Libertadora contó con el apoyo de algunos ganaderos y  saladeristas  de la provincia de Buenos Aires que veían en la ocupación brasileña de la Provincia Cisplatina un peligro para sus intereses, ya que los saladeros porteños habían visto mermados sus mercados regionales por la competencia de sus similares de Río Grande del Sur, que se nutrían de las arreadas de ganado de los campos de la Cisplatina. Juan Manuel de Rosas, uno de los representantes más caracterizados de ese grupo, había hecho llegar a los exiliados orientales una importante contribución financiera.
En 1868 Rosas trasmitía desde su exilio en Southampton datos curiosos acerca de esa expedición:
"Recuerdo, [dice], al fijarme en los sucesos de la Provincia Oriental la parte que tuve en la empresa de los 33 patriotas". Refiere al itinerario y el objeto aparente de su viaje, tal como queda narrado, y agrega: «Ello crea una trampa armada a las autoridades brasileras en esa provincia (la Oriental) para que no sospecharan el verdadero importante objeto de mi viaje, que era conocer personalmente la opinión de los patriotas, comprometerlos a que apoyasen la empresa, y a ver el estado y número de las fuerzas brasileras. Así procedí de acuerdo en un todo con el ilustre don Juan Antonio Lavalleja; y fui también quien facilitó una gran parte del dinero necesario para la empresa de los 33...»
EL DESEMBARCO
El 1 de abril de 1825 una avanzada de la expedición al mando de Manuel Oribe embarcó en el puerto bonaerense de San Isidro y desembarcó en una isla del Brazo Largo del río Paraná. El grueso al mando de Lavalleja partió poco después pero, demorado por un fuerte temporal, los expedicionarios se reunieron recién el 15 de abril.
En la noche del 18 de abril Lavalleja y sus hombres embarcaron y avanzaron cuidadosamente por las islas del delta del Paraná, evitando la vigilancia de la flota brasileña. Aprovechando la oscuridad, cruzaron el río Uruguay en dos lanchas y desembarcaron en la Playa de la Agraciada, también conocida como "Arenal Grande", la madrugada del día 19 de abril. Allí desplegaron la bandera de tres franjas horizontales roja, azul y blanca, colores tradicionalmente usados desde los tiempos de Artigas, no sólo en la Provincia Oriental sino también en otras de la región rioplatense. Mucho tiempo después, en 1877, el suceso sería plasmado por el pintor Juan Manuel Blanes.

LOS TREINTA Y TRES ORIENTALES
El número de los expedicionarios de 1825 ha sido objeto de diversas controversias a partir de la existencia de varias listas de integrantes, publicadas entre 1825 y 1832. Si bien el número de treinta y tres es el oficialmente aceptado, los nombres difieren de un listado al otro. También debe sumarse el hecho de las deserciones de algunos de ellos, lo que hizo que sus nombres no fueran incluidos posteriormente.
Finalmente, cabe agregar que no todos eran orientales, ya que se contaron entre sus filas varios isleños argentinos del Paraná, e incluso paraguayos. La lista era: 
JUAN ACOSTA
BASILIO ARAÚJO
JOAQUÍN ARTIGAS
PANTALEÓN ARTIGAS
FELIPE CARAPÉ
ANDRÉS CHEVESTE
CARMELO COLMAN
MANUEL FREIRE
SANTIAGO GADEA
TIBURCIO GÓMEZ
MANUEL LAVALLEJA 
JUAN ANTONIO LAVALLEJA
FRANCISCO LAVALLEJA
IGNACIO MEDINA
MANUEL MELÉNDEZ
AVELINO MIRANDA
SANTIAGO NIEVAS
IGNACIO NÚÑEZ
DIONISIO ORIBE
MANUEL ORIBE
JUAN ORTIZ
RAMÓN ORTIZ
SIMÓN DEL PINO
LUCIANO ROMERO
CELEDONIO ROJAS
JUAN ROSAS
GREGORIO SANABRIA
ATANASIO SIERRA
ANDRÉS SPIKERMAN
JUAN SPIKERMAN
JACINTO TRÁPANI
AGUSTÍN VELÁZQUEZ
PABLO ZUFRIATEGUI
(JUAN ARTEAGA)

lunes, 29 de diciembre de 2014

LA DEFENSA DE PAYSANDÚ



La defensa de Paysandú (Uruguay) frente al sitio impuesto por las tropas del general uruguayo Venancio Flores y soldados aliados del Imperio de Brasil, y argentinos (enviados por Bartolomé Mitre), ocurrió entre diciembre de 1864 y enero de 1865.


LA HEROICA PAYSANDÚ
Esta villa uruguaya soportó varios asedios durante su historia. En 1811, al inicio de la Revolución Oriental, la guarnición patriota comandada por el riograndense Francisco Bicudo, que defendía esa plaza del ataque de las tropas portuguesas que invadieron la Banda Oriental, resistió el sitio hasta que fue tomada por asalto y sus defensores ejecutados (solo se salvaron siete de ellos).
En diciembre de 1846, durante la Guerra Grande, fue sitiada por Fructuoso Rivera. Los defensores, al mando del español Felipe Arentó, se rindieron tras violentos combates y la villa fue tomada y saqueada. Tras la victoria de Ignacio Oribe sobre Rivera en la Sierra de las Ánimas (enero de 1847) la villa fue recuperada por las tropas del Gobierno del Cerrito.

EL SITIO DE PAYSANDÚ
Hechos más drásticos se produjeron en 1863 tras el inicio de la revuelta del caudillo colorado Venancio Flores, que él bautizó "cruzada libertadora». Durante unos pocos días, en enero de 1864, las tropas de Flores sitiaron la villa defendida por Lucas Píriz pero abandonaron el lugar por la proximidad de las fuerzas del ejército del gobierno que encabezaba el presidente Bernardo Prudencio Berro
El 2 de diciembre de 1864, las fuerzas sublevadas ―que cometieron traición a la Patria al contar con el respaldo de una escuadra fluvial del Imperio de Brasil al mando del Marqués de Tamandaré (corbetas a vapor Recife, Belmonte y Paranahiba y las cañoneras Ivahý y Araguaia), y de tropas porteñas enviadas por el unitario Bartolomé Mitre (acérrimo enemigo de Uruguay)― pusieron nuevo cerco a Paysandú.
Bloqueada por vía fluvial y atacada por un ejército que inicialmente sumaba 5500 hombres (4000 de Flores y 1500 del brasileño Antonio de Sousa Neto) y que el 27 de diciembre ascendió a 15 000 (con la incorporación de fuerzas del brasileño Menna Barreto), la defensa opuso 1086 combatientes a las órdenes de los coroneles Leandro Gómez y Lucas Píriz. Entre los defensores de Paysandú se encontraban varios argentinos federalistas. Entre ellos se incluye Rafael Hernández (hermano del célebre José Hernández, autor del Martín Fierro), quien esperaba al otro lado del río Uruguay la oportunidad para unirse a los defensores.
Venancio Flores envió un ultimátum a Leandro Gómez exigiendo la inmediata rendición, y este devolvió la carta con una frase agregada, encima de su firma: «Cuando sucumba».
La defensa de la plaza, que no contaba con murallas, duró exactamente un mes: desde el 2 de enero de 1864 hasta el 2 de enero de 1865. Leandro Gómez y Lucas Píriz se hicieron fuertes en el centro de la villa en torno a un perímetro de seis manzanas por dos, sosteniéndose de forma poco menos que increíble ante la disparidad de fuerzas, mientras esperaban refuerzos que descomprimieran la situación y forzaran a Flores a levantar el sitio.
Los auxilios que se esperaban nunca llegaron. El caudillo argentino ―el sanluiseño Juan Saá (Lanza Seca) fue detenido por el caudillo colorado de Soriano, Máximo Pérez, en el Río Negro (Uruguay), y el caudillo entrerriano Justo José de Urquiza se mantuvo neutral, pese a que uno de sus hijos participó en la defensa.
El 8 de diciembre se convino una tregua que permitió evacuar a parte de las familias y algunos extranjeros, que pasaron a una isla del río Uruguay bajo jurisdicción argentina, la Isla de la Caridad, así llamada desde entonces.
A pesar de la violencia del bombardeo desde el río y tierra, Paysandú, casi destruida, resistió y la bandera uruguaya aún flameaba en lo alto de la torre de la iglesia. La situación despertó una oleada de entusiasmo nacionalista en toda el área, si bien el cerco de los sitiadores impidió toda llegada de ayuda.
Entre tanto, el gobierno de Anastasio Cruz Aguirre, que sucedió a Bernardo Berro, quemó públicamente en Montevideo las copias de los tratados firmados con el Brasil en 1851 al finalizar la Guerra Grande, como forma de protesta ante el hecho (diciembre de 1864).
Los sitiadores prepararon el asalto final para la madrugada del 31 de diciembre, cuando un infierno artillero se abatió sobre la villa. Los defensores, padeciendo toda suerte de privaciones, resistieron hasta la mañana del 2 de enero de 1865. Entonces Leandro Gómez que, junto a Lucas Píriz, muerto en acción el 31, había sido ascendido a General por el Gobierno de Aguirre, pidió una tregua para enterrar a los muertos a través del oficial colorado Atanasildo Saldaña, que era su prisionero. Este cumplió el encargo y regresó con una negativa. En medio de esas gestiones los brasileños entraron al recinto fortificado abrazándose con los defensores y gritando que se había convenido la paz, lo que no era cierto. Leandro Gómez y su Estado Mayor se vieron de pronto rodeados y tomados prisioneros                                                         
VAE VICTIS (¡Ay, de los vencidos!)
Según las versiones de varios analistas del hecho, Leandro Gómez pidió ser conducido como prisionero no ante los jefes brasileños, sino ante los orientales. Este hecho sería el que decidiría su suerte. Reclamado como prisionero por el comandante Francisco Belén, Leandro Gómez fue avistado por el Gral. José Gregorio Suárez, fanático partidario de la divisa colorada, que ordenó su fusilamiento sin juicio previo.
Junto a Leandro Gómez también fueron pasados por las armas los comandantes Juan María Braga, Eduviges Acuña y Federico Fernández, únicos oficiales del estado Mayor sobrevivientes al sitio. Como era de estilo en las guerras civiles en el Uruguay, Suárez mandó quintar a los prisioneros, unos 600 en total (elegir uno de cada cinco para ejecutar, al estilo del procedimiento romano de diezmar a las legiones rebeldes) y ya había comenzado los fusilamientos de otros oficiales cuando la intervención del coronel José Marature, comandante de la escuadrilla porteña apostada frente a la villa, impidió que el hecho pasase a mayores, invocando una orden de Flores y Tamandaré en contrario.
La ejecución de los oficiales rendidos, en cambio, no era en absoluto moneda corriente en las guerras civiles. Sin embargo, con el antecedente del fusilamiento de 152 oficiales y soldados implicados en la revolución de 1858 contra el gobierno de Gabriel Antonio Pereira, hecho conocido como la Masacre de Quinteros (febrero de 1858), y que la Cruzada Libertadora de Venancio Flores tomó como bandera para el Partido Colorado, los fusilamientos de Paysandú se consideran como la venganza de aquel hecho.
Cabe señalar que meses antes, el 4 de agosto de 1864, los defensores de la villa (hoy ciudad) de Florida, capital del departamento homónimo, también habían sido fusilados por orden de Venancio Flores, tras la toma de la plaza por parte de éste.

PAYSANDÚ Y LA TRIPLE ALIANZA
La «Cruzada Libertadora» de Flores, constituye un antecedente inmediato de la Triple Alianza contra Paraguay. Una posible alianza entre el gobierno de Montevideo y el de Asunción, que le suministrara a Paraguay una salida al mar a través del Río Uruguay, hubiera complicado los planes expansionistas de Brasil
Por eso, la instalación en Montevideo de un gobierno favorable al Imperio, era una condición casi imprescindible para consumar el genocido paraguayo.

LEYENDA
En 1896, y en circunstancias en que el presidente de la época, Máximo Santos, buscaba promocionarse como una figura política potable para ambas divisas, mandó rendir honores militares a las víctimas de la Masacre de Quinteros y también a Leandro Gómez, como forma de respeto hacia los hechos y personajes que ya eran paradigmáticos de ambos partidos políticos, el Colorado y el Nacional, por más que ni los «Mártires de Quinteros» representaban a todo el Partido Colorado ni Leandro Gómez había actuado a nombre de su partido sino de un gobierno fusionista que había prohibido el uso de las divisas.
La historiografía oficial primero y luego la literatura, la poesía y la música popular narraron una y mil veces el hecho de la Defensa de Paysandú desde entonces, confiriéndole ribetes de leyenda y manteniendo en la memoria histórica del país este hecho de características épicas, al que un final trágico y heroico redondea como uno de los hitos del pasado común a todos los uruguayos, por encima de banderas políticas. Entre las canciones dedicadas al pueblo sanducero (y a todos los orientales) se encuentra la realizada por el payador argentino Gabino Ezeiza titulada precisamente Heroica Paysandú.
Una pormenorizada narración de la Defensa de Paysandú puede hallarse en la obra Episodios Históricos del periodista Rómulo Rossi, publicada en Montevideo en 1994 y en donde se recogen no sólo investigaciones históricas sino entrevistas a varios protagonistas sobrevivientes de los hechos, lo que configura un trabajo de inestimable valor.
   Capitanes de la defensa de Paysandú (diciembre de 1864): Pedro, Máximo y Rafael Rivero, Lidoro Sierra, y García.

LEANDRO GÓMEZ Y LA DEFENSA DE PAYSANDÚ: DEFENDIENDO LA SOBERANÍA NACIONAL.



 
José María Leandro Gómez Calvo, conocido como Leandro Gómez (Montevideo, 13 de marzo de 1811 - Paysandú, 2 d eenero de 1865) militar uruguayo, especialmente conocido por su heroica defensa de Paysandú de 1864, al término de la cual fue ejecutado.

BIOGRAFÍA
Hijo de Roque Gómez, natural de Galicia, y de la montevideana María Rita Calvo, era hermano del general Andrés A. Gómez(1798-1877). Fue comerciante en su juventud.
En 1837, en ocasión de la revolución de Fructuoso Rivera contra el presidente Manuel Oribe, se incoporó a las milicias de la capital con el grado de capitán de infantería. Tras la renuncia forzada de Oribe pasó a la Argentina, luchando a órdenes del presidente depuesto en gran parte de la campaña contra Juan Lavalle, fase argentina de la Guerra Grande. Tras la derrota y muerte de Lavalle participó en la Batalla de Arroyo Grande como ayudante de campo del general Oribe.
Se hizo notorio al establecerse  el "Sitio Grande" de Montevideo, en 1843, durante la Guerra Grande. Establecido Oribe con sus fuerzas en el Cerrito de la Victoria –donde se erigió un gobierno paralelo al de Montevideo, el Gobierno del Cerrito– Leandro Gómez fue designado como Oficial Ayudante del General, ocupando otros cargos en el ejército sitiador de Montevideo hasta la capitulación del 8 de octubre de 1851.
Tras un tiempo alejado del Ejército, se reincorporó al mismo y fue promovido al grado de sargento mayor en 1858, al año siguiente al de teniente coronel, y finalmente en 1860 al de coronel de milicias. En 1861 fue designado Oficial Mayor del Ministerio de Guerra y Marina.

ALZAMIENTO DE FLORES CONTRA BERRO
En 1863, el general Venancio Flores –que había participado en la campaña de Lavalleja luego del desembarco de los Treinta y Tres Orientales, actuado en numerosas instancias militares y políticas del país, y sido Presidente de la República por un breve período– promovió desde la Argentina un alzamiento contra el gobierno del presidente Bernardo Prudencio Berro
El coronel Leandro Gómez fue entonces destinado como Adjunto al Estado Mayor del ejército del gobierno, actuando en diversos lugares del territorio. En tal calidad, con el grado de coronel del Ejército Nacional, participó en el combate de Las Cañas, ocurrido en el departamento de Salto, a orillas del arroyo del mismo nombre, afluente del Arerunguá, que tuvo lugar el 25 de julio de 1863, integrando las fuerzas gubernistas comandadas por el general Diego Lamas que fueron derrotadas pero lograron retirarse hacia la ciudad de Salto en una brillante maniobra militar. Gómez fue nombrado primeramente Comandante Militar de Salto, pero prontamente fue transferido en el mismo cargo a la ciudad de Paysandú
Las fuerzas revolucionarias del general Flores atacaron Paysandú en 1864, siendo en definitiva rechazados por el ejército gubernista al mando de Leandro Gómez, en una acción que motivó que el Gobierno de Montevideo lo ascendiera a Coronel Mayor y designara a sus soldados como “beneméritos de la Patria”. Sin embargo, poco después, en octubre de 1864, el ejército de Flores volvió a atacar Paysandú, contando esa vez con el apoyo de la escuadra brasileña y tropas argentinas por tierra, estableciendo un sitio que cercó la ciudad por tierra y por agua.
  

LA DEFENSA DE PAYSANDÚ

La escuadra brasileña bombardeó la ciudad con sus cañones, debiendo evacuarse de ella mujeres, niños y ancianos. La dotación militar de Paysandú sufrió enormes bajas pero resistió el asedio durante dos meses, negándose terminantemente a la rendición propuesta por los atacantes. El 3 de diciembre, Flores envió una última exigencia de rendición, que fue devuelta por Gómez con una lacónica respuesta:
"Cuando sucumba."
El 2 de enero de 1865, finalmente, los atacantes entraron al asalto de la ciudad, todavía defendida por unos 700 soldados y oficiales gubernistas, al mando del general Leandro Gómez. El combate fue encarnizado, siendo finalmente derrotados los defensores.
Leandro Gómez fue tomado prisionero por un oficial brasileño, pero rechazó el ofrecimiento que éste le hacía de protegerlo de sus compatriotas. El después general Francisco Belén le ofreció la garantía de su vida en nombre de Flores, pero por orden del general Gregorio Suárez fue fusilado en plena calle, junto a varios de sus oficiales. Un proveedor de las fuerzas de Flores arrancó la larga barba del cadáver; en días posteriores los oficiales vencedores utilizaron el despojo como trofeo de guerra y objeto de burla.
Este episodio de la historia de las guerras civiles uruguayas, es conocido como "La defensa de Paysandú", a veces aludido simplemente como "La defensa", y ha llevado a que la ciudad haya sido designada como "La heroica Paysandú". La figura de Leandro Gómez es reconocida como un ejemplo de valor militar, y exaltada –particularmente por los allegados al Partido Nacional– como uno de los grandes héroes de la historia de Uruguay.

LA PERIPECIA DE SUS RESTOS.

Luego de su ejecución fue sacado de una fosa común y sepultado en secreto por un pariente político. Luego, sus restos fueron llevados a Concepción del Uruguay, donde quedaron a cargo de un cura. Sabiendo que lo iban a arrestar, éste se los entregó a una vecina, quien a su vez, debido a su edad, se los deja a un familiar del general Gómez.
En 1884, amigos y familiares con el apoyo del presidente Máximo Santos le hicieron un ceremonial y lo enterraron en el cemenerio central de Montevideo.
En 1965, los habitantes de Paysandú quisieron hacer un mausoleo en esa ciudad para el General, pero una nieta del mismo mostró una carta escrita por Gómez, en la cual especificaba que su voluntad había sido que sus restos descansaran en Montevideo, junto a los de su esposa.
En 1984, durante la dictadura cívico-militar, sus restos fueron llevados a Paysandú, donde fueron depositados en una urna en el mausoleo de la plaza Constitución. En años posteriores se difundió el falso rumor de que la urna está vacía, pese a que hay un acta notarial que lo desmiente.
En noviembre de 2009, desconocidos entraron y profanaron su tumba. Solo quedaron falanges y otros restos pequeños, que cayeron al piso. Una persona alegó que se los habían dado para guardar temporariamente y entregó huesos, en dos tandas, que presuntamente pertenecían al general. Fue procesado por encubrimiento, pero los peritajes sobre los restos entregados no pudieron avanzar.

PRESIDENTES DEL URUGUAY: MANUEL ORIBE (VIII) 1 de marzo de 1835 - 24 de octubre de 1838


Manuel Ceferino Oribe y Viana ( Montevideo, 26 de agosto de 1792 - 12 de noviembre de 1857) fue militar y político uruguayo, presidente constitucional del Uruguay entre 1835 y 1838 y fundador del Partido Nacional.

BIOGRAFÍA

Manuel Oribe era hijo del capitán Francisco Oribe y de María Francisca Viana, descendiente del primer gobernador de MontevideoJosé Joaquín de Viana, y hermano de María Josefa Francisca Oribe y Viana e Ignacio Oribe. Se casó con su sobrina Agustina Contucci y Oribe, con quien tuvo cuatro hijos. Al comienzo de la revolución independentista en el Río de la Plata se enroló en las filas patriotas como voluntario.
Su bautismo de fuego tuvo lugar en la batalla de Cerrito, el 31 de diciembre de 1812, en el transcurso del segundo sitio de Montevideo (1812 - 1814), hecho de armas que concluyó en una victoria de los patriotas. Participó luego al lado de José Artigas de la resistencia de los orientales contra la invasión Luso-Brasileña del año 1816.
A fines del año 1817, caído ya Montevideo en poder de los luso-brasileños, Oribe, engañado por las promesas del Director Juan Martín de Pueyrredón al que sólo le movía el empeño de restarle elementos a Artigas, abandonó la lucha y pasó a Buenos Aires junto con su hermano Ignacio y el coronel Rufino Bauzá, llevándose consigo el Batallón de LIbertos y un batallón de artillería.

ENEMISTAD CON RIVERA
El historiador Francisco Bauzá, hijo de Rufino Bauzá, en su obra "Historia de la dominación española en el Uruguay" (1880-1882), argumenta que ante la insistencia casi obsesiva de Artigas en nombrar a su favorito, Fructuoso Rivera, como comandante militar al sur del río  Negro para hacer frente a la invasión, Rufino Bauzá y Manuel Oribe se habrían manifestado en contra, situación que generó un violento intercambio de palabras con un Artigas al que ya la situación militar se le iba de las manos.
La enemistad personal entre Rivera y Oribe, que al parecer data de tales acontecimientos, decidió al joven oficial a abandonar a su jefe. Carlos Federico Lecor, comandante del ejército ocupante, no opuso traba alguna al pasaje de los oficiales orientales a Buenos Aires, por más que no pudo atraerlos a su causa. Rivera y su gente quedaron al servicio del invasor lusitano.

PRIMER PERIODO EN BUENOS AIRES
En Buenos Aires, según se sabe por la compulsa de la papelería de la época, desde 1819, Oribe, junto a Santiago Vázquez y otros orientales residentes allí, opuestos por igual a la ocupación portuguesa y brasileña como a Artigas, habría integrado una sociedad secreta de carácter masónico, llamada Sociedad de los Caballeros Orientales, la cual esperó al menos hasta el Congreso Cisplatino de 1821 para emprender el retorno a la, desde entonces, llamada Provincia Cisplatina y comenzar sus trabajos para revertir la situación.
Entretanto, tras la derrota definitiva de Artigas (e incluso antes de ella) otro sector de la clase dirigente oriental se había adherido a los ocupantes, aceptando y colaborando en los hechos estrechamente con los portugueses. Este sector será el único que esté representado en el Congreso Cisplatino de 1821.
La ocupación de la Banda Oriental y su transformación en "Provincia Cisplatina" por parte de las tropas portuguesas y brasileñas había traído como consecuencia adicional la fractura de los sectores dirigentes, que desde entonces se alinearon en dos grupos separados por la aceptación o no de aquella presencia militar:
Esta división es el antecedente más remoto del surgimiento de las divisas tradicionales del Uruguay, luego transformadas (cuando tuvieron un programa escrito) en modernos partidos políticos: respectivamente el Partido Blanco y Partido Colorado.
1825. EL JURAMENTO DE LOS 33 ORIENTALES
MANUEL ORIBE Y JUAN ANTONIO LAVALLEJA


REGRESO A MONTEVIDEO
En 1821 Oribe volvió a Montevideo y el día en que se produjo la lucha entre los portugueses, realistas fieles y los partidarios del Imperio del Brasil que venía de proclamar a Pedro I como emperador, tomó partido por los portugueses, mientras sus compañeros se movían en el sentido de involucrar a algunas de las Provincias Unidas del Río de la Plata en el sostenimiento de su causa.
Oribe recibió el cargo de sargento mayor en las fuerzas del general Álvaro da Costa, el cual continuaba dueño de Montevideo, mientras que Carlos Federico Lecor, vuelto al lado brasileño, mantuvo el control de la campaña desde su cuartel en Canelones, para lo cual contó con el invalorable sostén que le daba el tener de su lado al ex comandante artiguista Fructuoso Rivera, cooptado por el grupo pro portugués (y ahora unánimemente pro brasileño) en marzo de 1820.
Da Costa, sin medios para resistir por mucho tiempo, y a decir verdad, a la espera de una definición en la guerra entre Portugal y Brasil por la independencia de este último país, embarcó para Lisboa con sus tropas en febrero de 1824, abandonando completamente a su suerte al grupo de los Caballeros Orientales que se había aferrado a sus armas como posibilidad para triunfar. Oribe y su círculo, sabedores de lo que les esperaba si caían en manos de Lecor, abandonaron Montevideo, regresando a Buenos Aires para un segundo exilio. El último día de febrero de 1824, Lecor y Rivera entraron en Montevideo sin disparar un tiro, y conminaron al Cabildo a jurar fidelidad al emperador Pedro I de Brasil

SEGUNDO EXILIO EN BUENOS AIRES
Nuevamente el grupo disperso hubo de reunirse en Buenos Aires, más exactamente en un saladero del entonces partido (hoy barrio) porteño de Barracas, del que era administrador el oriental Pedro Trápani. Allí, y tras las fuertes medidas represivas de los brasileños contra los partidarios del movimiento de 1822 y 1823, que llegaron incluso a las confiscaciones de ganados y bienes de estancieros de Buenos Aires como Bernardino Rivadavia y Juan Manuel de Rosas, cundió la alarma en estos sectores, que vieron cómo las reses de los campos orientales eran arreadas para los saladeros de Río Grande del Sur, que en poco tiempo comenzaron a desbancar a sus similares de Buenos Aires en el mercado local.
Los exiliados orientales recibieron la visita y el apoyo monetario de Juan Manuel de Rosas, poderoso estanciero y saladerista, que se convirtió en uno de los principales financiadores de la expedición que la historia conocería como Cruzada Libertadora. Es posible que de estos hechos date el comienzo del vínculo, muy estrecho después, entre Manuel Oribe y Juan Manuel de Rosas, considerado por San Martín el gran defensor del americanismo, de ahí que le regalara su espada de honor. La consigna por la que convocaban a los patriotas era clara; recuperar, según el ideario artiguista, la Banda Oriental para las Provincias Unidas del Río de La Plata, de ahí que los panfletos revolucionarios reclamaban a los patriotas con el lema Argentinos Orientales, a fin de que se sumaran a la heroica Cruzada.

LOS TREINTA Y TRES ORIENTALES
El 19 de abril de 1825 se produjo el ingreso a la llamada Provincia Cisplatina por parte de un pequeño grupo comandado por Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, al que se conocería como los Treinta y Tres Orientales. Poco más tarde, Oribe llegará frente a Montevideo con fuerzas a su mando y pondrá sitio a la ciudad a la cual liberará desalojando a las tropas brasileñas. Fue promovido a teniente coronel el 19 de septiembre de 1825 y se encontró en la batalla de Sarandí el 12 de octubre por lo que fue ascendido a coronel tras la victoria oriental. Meses más tarde,el 9 de febrero de 1826, Oribe obtuvo una completa victoria sobre la fuerte columna brasileña en el llamado combate del Cerro
También estuvo presente el 20 de febrero de 1827 en la victoria de las armas argentino-orientales sobre las imperiales brasileñas en Ituzaingó

A pesar de estar fuertemente identificado con el grupo que rodeaba a Juan Antonio Lavalleja, el 14 de agosto de 1832, durante la primera administración de Fructuoso Rivera fue designado coronel mayor, y el 9 de octubre de 1833 fue nombrado Ministro de Guerra y Marina. Será ascendido a brigadier general el 24 de febrero de 1835. El propio Rivera patrocinó la candidatura de Oribe para sucederlo en el mando presidencial, siendo elegido el 1 de marzo de 1835 como segundo presidente constitucional.

PRIMERA PRESIDENCIA DE ORIBE
El primer gobierno de Rivera, entre 1830 y 1834, había transcurrido en su casi totalidad bajo la vigencia del régimen de fronteras abiertas impuesto por la Convención Preliminar de Paz. Su administración, de hecho ausentista, ya que pasó la mayor parte del tiempo en Durazno, ciudad que había fundado en 1821, fue llevada adelante por un círculo exclusivista de políticos vinculados al antiguo partido pro portugués y pro brasileño: LOs cinco hermanos (Lucas José Obes y sus cuatro cuñados), lo que provocó dos movimientos insurreccionales de Juan Antonio Lavalleja en 1832 y 1834, ambos fácilmente derrotados. Manuel Oribe no tomó parte en tales movimientos.
La historiografía nacionalista ha criticado a Rivera y su primera presidencia como ejemplos de ineficacia administrativa, contrastándola con la solvencia de Oribe desde 1835. En realidad, se trataba no sólo de dos personajes notoriamente diferentes en lo individual y en los estilos de mando, sino de dos situaciones distintas del país. En 1835, vencido el plazo mencionado antes por el cual la Convención Preliminar de Paz preveía el ingreso de fuerzas argentinas o brasileñas al país en caso de hallar estos gobiernos algún peligro en la situación política del Uruguay, era momento de echar a andar el estado y poner en plena vigencia la Constitución de 1830, hasta entonces casi no aplicada.
Esto es lo que explica el contenido de la primera presidencia de Oribe, en la cual desde un principio no se quiso dejar ningún asunto administrativo por resolver. Desde la elaboración del Gran Libro de Deudas de 1835 (primer esbozo de la contabilidad del estado uruguayo), pasando por la creación de un sistema de jubilaciones y pensiones en ese mismo año, a la fundación de la Universidad de la República en 1838, el gobierno de Oribe aparece como el primero que echa andar el proyecto de autogestión de las clases dirigentes del Uruguay, sin recostarse en ningún poder fuera de fronteras.

RIVERA DERROTA A ORIBE

En julio de 1836 Rivera, agraviado por las resultancias a que arribó una comisión nombrada para examinar las cuentas de su período de gobierno y también destituido del cargo de comandante de la campaña, recurrió a las armas, siendo derrotado el 19 de septiembre de ese año en campos de Carpintería, en el departamento de Durazno, refugiándose poco después en el Brasil, donde se vinculó a la revolución de los farrapos de la República de Río Grande, a la que se habían adherido algunos de sus ex camaradas de armas del ejército portugués, como Bento Gonçalves da Silva.
Volvió a intentarlo Rivera al año siguiente reforzado con tropas riograndenses, y consiguió derrotar a Oribe el 22 de octubre de 1837, en Yucutujá, en el departamento de Artigas. Poco después, Rivera es derrotado en la acción del Yí, pero la victoria brasileño-riverista de Palmar, el 15 de junio de 1838, dejó la República en manos de Rivera.
Por otro lado, el bloqueo impuesto por una flota francesa a Buenos Aires, gobernada por su aliado en este conflicto, el caudillo gobernador de la provincia de Buenos AiresJuan Manuel de Rosas, dejó incomunicado al presidente Oribe. Presionado desde el río y sitiado en la capital, Oribe presentó, dejando sentada su protesta y legitimidad del cargo que le obligaban a abandonar, su renuncia el 24 de octubre de 1838




TERCER EXILIO EN MONTEVIDEO

Pasó a Buenos Aires, donde Rosas lo recibió como presidente legal del Uruguay, y utilizó su experiencia militar incorporándolo al ejército que comandaba, por entonces en lucha contra el Partido Unitario. Oribe combatió a la Coalición del Norte, formada por las provincias de Tucumán, Salta, La Rioja, Catamrca y Jujuy en 1840 y 1841.
Batalló contra el general Juan Lavalle, venciéndolo en la batalla de Quebracho Herrado el 28 de noviembre de 1840, y otra vez en la batalla de Famaillá, el 17 de septiembre de 1841. Tomó prisionero al gobernador de Tucumán, Marco Avellaneda, al que hizo degollar y exhibir su cabeza en una pica en la plaza pública de Tucumán. Desde aquí en adelante, la oposición unitaria y sus aliados colorados del Uruguay insistieron cada vez más en la imagen del Oribe degollador y asesino, al igual que la de Rosas. La literatura de opositores políticos a éste último como las Tablas de Sangre escritas por el cordobés José Rivera Indarte cargaron las tintas sobre este tema, creando la imagen de la exclusividad de la violencia por los federales y los blancos. En realidad, el monopolio de la violencia no pertenecía a ningún bando, como se desprenderse, por ejemplo, de la correspondencia de Lavalle.
Tras vencer al gobernador de la provincia de Santa FeJuan Pablo López, pasó a Entre Ríos. Allí, al frente de un poderoso ejército, el 6 de diciembre de 1842 derrotó en batalla de Arroyo Grande al ejército de Rivera que, en guerra contra Juan Manuel de Rosas desde marzo de 1839, había invadido la provincia de Entre Ríos
Rivera en derrota repasó el Uruguay frente a Salto, retornando apresuradamente a Montevideo donde sólo pudo entregar el mando en el presidente del Senado, Joaquín Suárez, y salir nuevamente a campaña para recomponer su ejército deshecho.
                                   Batalla de Famaillá. 17 de septiembre de 1841


SITIO DE MONTEVIDEO
Mientras Oribe avanzaba sobre Montevideo,el 12 de diciembre el gobierno informa sobre la derrota del ejército aliado de operaciones en Entre Ríos al mando del presidente y rápidamente crean el Ejército de reservas para proteger Montevideo, comandado por el militar unitario argentino José María Paz y el oriental Melchor Pacheco y Obes. A él se sumaron varios grupos de las colectividades francesa, española e italiana que formaron "legiones" que numéricamente superaron en conjunto a los propios efectivos orientales con los que contaban los colorados. Entre estas legiones figuraba el mercenario José Garibaldi. Además el ejército estaba formado por esclavos (de 10 años de edad en adelante) incorporados por leva forzosa, a pesar que desde 1814 se establecía abolida la esclavitud en todo el territorio y que desde la jura de la Constitución (18 de julio de 1830) estaba prohibido su introducción en el mismo. Para no generar otro conflicto,el gobierno decide indemnizar a los propietarios de los esclavos,pese a lo cual los esclavos fueron ocultados o vendidos a los saladeros de Río Grande do Sul que pagaban más que el gobierno el 16 de febrero de 1843 Oribe puso sitio a la ciudad de Montevideo. Sería este el tercero de los sitios en que él participara, y el más largo de todos, ya que duraría ocho años y medio, hasta el 8 de octubre de 1851
Acto seguido, organizó nuevamente su gobierno, como si nada hubiera ocurrido desde el 24 de octubre de 1838. Designó ministros, hubo un parlamento y se dictó una ingente cantidad de disposiciones legales. Así dio comienzo el Gobierno del Cerrito, denominado de esta forma por estar instalado el cuartel general de Oribe en el Cerrito de la Victoria, donde 30 años antes hubiera iniciado su carrera de las armas y estableciendo la capital provisional de Uruguay en la ad hoc creada ciudad de Restauración (actualmente el barrio montevideano de Villa Unión).
Fue en esta población que por primera vez se rindió oficialmente homenaje a José Gervasio Artigas, al serle dado el nombre del prócer federal a la principal avenida de Restauración. Dicho nombre le fue dado en vida del prócer (1849) y entre los primeros actos de la administración del riverista triunfante en 1852, con ayuda brasileña, Joaquín Suárez figura el de eliminar tal denominación.
El Gobierno del Cerrito controló la totalidad del país hasta 1851, exceptuando Montevideo y Colonia del Sacramento. Tuvo su puerto de ultramar alternativo en la rada del Buceo, al este de Montevideo, y aplicó la Constitución de 1830 como base de su orden jurídico. Algunas figuras destacadas de aquella administración fueron Bernardo Prudencio Berro, Cándido Juanicó, Juan Francisco Giró, Atanasio Cruz Aguirre, Carlos Villademoros y otros patricios, algunos de importante actuación política posterior.
Otro gran tema fue la propuesta de la reunificación de la Patria que realizó Rosas en 1845, con la reincorporación del Uruguay a las Provincias Unidas del Río de la Plata, anulando las imposiciones de la Convención Preliminar de Paz, dictada por la conveniencia del Imperio Británico en el Río de la Plata, en 1828. Manuel Oribe no quiso decidir o no tuvo la altura política para decidir sobre este acto trascendente y envió el tema a tratamiento de una comisión parlamentaria que se perdió en devaneos que a nada llegaron.
Sea como fuere, hacia 1850 la causa de Oribe y Rosas parecía destinada a triunfar. La revolución de 1848 en Fracia, que había derribado a la monarquía de Luis Felipe, había dejado a la intemperie al Gobierno de la Defensa, sostenido por aquella. El gobierno de Montevideo no aceptó el ofrecimiento del príncipe-presidente Luis Napoleón Bonaparte de enviar para socorrer a la plaza sitiada a los presos políticos de la represión de las Jornadas de Julio
En 1850, el enviado de Luis Napoleón, el almirante Lepredour, firmó una convención de paz con Felipe Arana, canciller de Rosas. Un año antes lo había hecho Southern, enviado del Imperio Británico. El gobierno de la Defensa, con las horas contadas, se apresuró a involucrar su última carta: el Imperio de Brasil y el caudillo entrerriano Justo José de Urquiza.
Brasil veía con aversión el triunfo de Rosas y Oribe en el Plata, y ya desde 1848 este último hubo de repeler duramente varias incursiones brasileñas en la frontera norte, dedicadas al arreo de ganado hacia Río Grande del Sur. En cambio el caudillo entrerriano Urquiza, buscando una salida más ágil y directa para sus ganados hacia sus compradores del exterior, sin pasar por la aduana de Buenos Aires, que Rosas controlaba y cuyas rentas no socializó nunca durante sus casi 20 años de gobierno, fue tentado por Manuel Herrera y Obes quien le ofreció el puerto de Montevideo para tales efectos.
Urdida la trama, los acontecimientos se precipitaron después de agosto de 1851, cuando Urquiza se declaró en rebelión contra Rosas. Poco después penetraba en territorio oriental, marchando hacia el Cerrito para quitar de en medio a Manuel Oribe, su antiguo camarada de armas. Este ordenó a sus comandantes que detuvieran al entrerriano, pero sus órdenes fueron extrañamente desobedecidas. Casi en un abrir y cerrar de ojos, Urquiza se apersonó delante de Montevideo, conminando a Oribe a rendirse, lo que éste hizo, abandonado de todos.

ÚLTIMOS AÑOS
Manuel Oribe se retiró, estando ya en los tramos finales de su existencia. Fue un devoto de la Virgen de los Treinta y Tres, a la que regaló una corona de oro.
El 12 de noviembre  falleció en el Paso del Molino, casi al final de la hoy llamada calle Uruguayana de Montevideo.
Durante su velatorio, la Bandera de los Treinta y Tres Orientales, por la que combatiera, fue sostenida por quien había sido el abanderado de la expedición e incondicional partidario suyo, Juan Spikerman. Se le decretaron honores oficiales y recibió sepultura en el cementerio del Paso del Molino, siendo posteriormente trasladado a la Iglesia de San Agustín, fundada por él en recordatorio de su esposa Agustina Contucci y Oribe, en el barrio de La Unión (nombre que tras 1852 se dio a la villa de la Restauración, contigua a su campamento militar del Cerrito).
       
Archivo:JuanSpikerman.JPG