sábado, 5 de julio de 2014


MONUMENTO AL GAUCHO
MONTEVIDEO

¿ EL GAUCHO DESAPARECIÓ O EXISTE AÚN?

Es común oír la generalizada opinión , de que el gaucho desapareció. Siempre se habla del último gaucho, del último caudillo, etc. Sin embargo, nosotros creemos, que en las ciencias sociales es aplicable el principio de Lavoisier, de que "nada se crea ni se destruye, todo se trasforma". En estas ramas del conocimiento que tienen que ver con el hombre, sus andanzas y de los núcleos familiares o sociales que integra, hay continuas transformaciones que alteran los caracteres de los prototipos, no por ello desaparecen. Martín Fierro o los gauchos orientales, que cincela Lussich, no son lo mismo que el Gaucho Florido de Reyles o Don Segundo Sombra de Güiraldes. Pero todos ellos son gauchos. Y me refiero al Gaucho Florido y a  Segundo Sombra, porque si bien son producto de novelas, tuvieron carnadura real en trabajadores de campo conocidos por los escritores que los inmortalizaron. Son reales, son gauchos, pero son distintos a otros gauchos de otro tiempo.



El gaucho no ha desaparecido, subsiste, por supuesto que profundamente distinto, pero no menos gaucho, ni menos novelesco, altanero o humilde, según las circunstancias. Si recorremos el interior profundo de Uruguay, el campo argentino y los estados sureños de Brasil, nos encontraremos con esos sacrificados trabajadores rurales, que siguen dominando el lazo, el caballo y las reses más o menos domesticadas, pero rudas y difíciles de manejar. Prestos siempre, a servir a su comunidad, a trabajar de sol a sol y a ser palancas del desarrollo social. Su hidalga figura, continua siendo profundamente respetuosa y educada. Carácter éste, que ha sido marcado por los cronistas antiguos que recorrieron nuestra campaña.



Las costumbres del campo están variando a gran velocidad. La estancia es cada vez más una unidad económica, se han abandonado las "yerras a lazo" y muchas otras tradiciones. No obstante ello, quedan aún grandes enlazadores, pialadores y expertos en el manejo, trato y arreo de ganados. Grandes jinetes que no envidian mucho a sus antepasados. Hace unos cuarentas años vi en Coronel Dorrego, Provincia de Buenos Aires, un gran desfile de tropillas de un solo pelo, cada una, guiada por el sonido del cencerro de sus respectivas yeguas madrinas.

Las evoluciones que realizaban aquellas magníficas tropillas, en las calles de la ciudad totalmente saturadas de la multitud, parecía cosa de brujería, pero era real y sigue existiendo tal género de actividades.
      Los desfiles de caballería, los festivales de doma, canto y exhibición de destrezas, que se desarrollan en toda la "cuenca gaucha", demuestran cabalmente, en mi concepto, que el gaucho sigue existiendo y le costará morir, porque su esencia es más alma que materia, y su figura trasciende los tiempos.

                                                                                                          DE LA TAPERA A LA CRIOLLA








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