UNA OLA DE CALOR
En el verano de 1906 se llegaron a registrar temperaturas de 45 y 46 grados en el país. El carruaje de la asistencia pública tirado por caballo y utilizados en varias capitales departamentales, trabajó intensamente. Mucha gente, sobre todo aquellos expuestos a los rayos solares, resultaron víctimas de la insolación y cayeron en las calles o en sus puestos de trabajo. En la capital, se vieron afectados muchos conductores de tranvías de caballito, los que permanecían largas horas expuestos al sol. La rehabilitación consistía en la inmersión en agua fría, paños de hielo que por entonces se producían en grandes barras.
En Montevideo, los vecinos se refugiaban en las playas y permanecían horas en el agua o enterrados en la arena. Las empresas de transporte urbano, llegaron a vender miles de boletos para las playas de Pocito y Ramírez, que eran las más concurridas. El calor sofocante asfixiaba a las personas que desesperadas buscaban las sombras de los árboles, compartiendo la misma con los animales domésticos. Los expendidos de bebidas refrescantes como gaseosas y cervezas, desaparecieron en pocos días del mercado.
El mes de febrero de 1906, quedó registrado como el más caluroso que se haya conocido. En Rocha, las familias se protegían en las altas casas de zinc con cielo raso de tabla , o bien buscaban los parques y el arroyo.
Autor: MARIO CORBO
El mes de febrero de 1906, quedó registrado como el más caluroso que se haya conocido. En Rocha, las familias se protegían en las altas casas de zinc con cielo raso de tabla , o bien buscaban los parques y el arroyo.
Autor: MARIO CORBO
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