José Casimiro Rondeau (Buenos Aires, 4 de mayo de 1775 – Montevideo, 18 de noviembre de 1844) fue un militar y político rioplatense con destacada actuación en la guerra de independencia de la Argentina y el Uruguay. Por dos veces ejerció el cargo de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
EL SITIO DE MONTEVIDEO
En 1790 se trasladó con su familia a Montevideo. En agosto de 1793 ingresó como cadete del Regimiento de Infantería de Buenos Aires y en 1806 ya era capitán del Regimiento de Blandengues de Montevideo.
En 1807, durante las invasiones inglesas, fue hecho prisionero cuando cayó en poder de los invasores la ciudad de Montevideo.
Puesto en libertad en Gran Bretaña en 1808, quedó en España, siempre en servicio del rey. Volvió a Montevideo, donde lo sorprendió la Revolución de Mayo de 1810. Decidido por la causa americanista, pasó a la otra banda donde la Primera Junta de Buenos Aires le dio plaza en el ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata con el grado de teniente coronel, destinándolo a las operaciones de la Banda Oriental en carácter de jefe de las fuerzas independientes. Promovido a coronel y al mando del Regimiento de Dragones de la Patria, sitió a Montevideo y el 31 de diciembre de 1812 ganó la batalla de Cerrito.
CONFLICTO CON ARTIGAS
El caudillo oriental José Artigas se unió al sitio y reunió un congreso en Tres Cruces, donde los representantes de los pueblos de la Provincia Oriental eligieron sus diputados para unirse a la Asamblea del año XIII. Sin embargo, los diputados fueron rechazados por la Asamblea, que estaba dominada por la Logia Lautaro, porque llevaban instrucciones de conseguir autonomía política, económica y militar para su provincia. El gobierno porteño quería mantener un gobierno claramente unitario.
Por orden de la Asamblea, Rondeau organizó su propio congreso en Capilla de Maciel, donde la mayoría de los supuestos diputados de los pueblos fueron elegidos directamente por Rondeau, excluyendo expresamente a los aliados de Artigas. Lógicamente, nombró diputados a la Asamblea a partidarios del gobierno, que viajaban sin instrucciones, es decir, quedaban librados a su conciencia y a la presión de los porteños.
En vista de estos hechos, Artigas se retiró del sitio de Montevideo a principios de enero de 1814, seguido por sus hombres. Pese a que esto dejó desguarnecido parte del campamento patriota, los españoles habían quedado escarmentados en la batalla de Cerrito y no lo aprovecharon.
Rondeau pidió desesperadamente refuerzos para suplir a los orientales; se los enviaron en mayo, cuando ya el capitán Guillermo Brown había vencido a la flota española y dejado aislada la ciudad. Pero, junto a los refuerzos, el Directorio lo relevó del mando del ejército sitiador de Montevideo cuando la plaza se hallaba virtualmente tomada. El nuevo jefe sería Carlos María de Alvear, militar sin títulos, que quería para sí la gloria de tomar la ciudad, algo que ya era inevitable. Lo logró apenas unos días después, y a continuación se lanzó a perseguir a Artigas y sus partidarios.
Carlos María Alvear Guillermo Brow
EL EJÉRCITO DEL NORTE
Para disimular un poco el escandaloso reemplazo, el Director Gervasio Antonio de Posadas lo ascendió a brigadier general y lo transfirió como jefe al Ejército del Norte. De inmediato se puso a organizar la que sería la tercera campaña al Alto Perú. Contaba para ello con los refuerzos enviados desde Montevideo, es decir, tropas que habían participado del sitio, muchos de los antiguos sitiados y, sobre todo, un poderoso armamento capturado allí. Cuando todo estaba listo, recibió la noticia de que Posadas mandaba reemplazarlo en el mando del ejército por Alvear. Era demasiado; varios oficiales se sublevaron y desconocieron públicamente la autoridad de Alvear, obligándolo a regresar antes de llegar a su destino.
Esta rebelión obligó a Posadas a renunciar, y en su lugar fue electo Alvear; éste dedicó su gobierno a perseguir a sus opositores, pero apenas tres meses más tarde fue derrocado por una rebelión militar. El cabildo porteño designó para sucederlo a Rondeau, que no podía perseguir a nadie en la capital por la sencilla razón de que estaba a 2000 kilómetros de allí. Para suplirlo en la capital quedó el jefe de la revolución que había derrocado a Alvear, el coronel Ignacio Álvarez Thomas.
Todos estos desórdenes minaron la autoridad del jefe del Ejército, que perdió meses claves en preparativos y reorganizaciones. Entre otras cosas, reemplazó como jefe de vanguardia al coronel Martín Miguel de Güemes por el inhábil Martín Rodríguez. Éste fue vencido y tomado prisionero en el Combate de El Tejar, apenas entrado en la Puna jujeña.
Poco después, Güemes y algunos Granaderos a Caballo salvaron la campaña en otra victoria, en Puesto del Marqués. Recién entonces comenzó la expedición; pero la obstinación de Rondeau en despreciar a Güemes y sus guerrillas llevó a que éste se retirara del ejército con sus gauchos. Apenas llegado a Salta, fue electo gobernador de la provincia, en un acto que significaba una insubordinación contra el Director del Estado, pues iniciaba la autonomía política de esa provincia.
LA CAMPAÑA AL ALTO PERÚ
En mayo de 1815 el Ejército del Norte entró en Potosí y, quince días más tarde, Juan Antonio Álvarez de Arenales e Ignacio Warnes vencieron a los realistas en la batalla de La Florida y ocuparon Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra.
A mediados de octubre, Martín Rodríguez decidió atacar de noche a los realistas acantonados en Venta y Media, sufriendo una tremenda derrota.
Con un ejército desmoralizado y anárquico, Rondeau concentró sus tropas cerca de Cochabamba, en el llano de Sipe Sipe. Allí se enfrentaron los 3.100 soldados patriotas y sus 9 cañones (sin la colaboración de los voluntarios indios, despreciados por motivos raciales) contra los 5.000 realistas, armados con 23 cañones. El jefe enemigo, Joaquín de la Pezuela, resultó mucho mejor estratega que Rondeau. La derrota de Sipe Sipe, del 29 de noviembre de 1815, fue un desastre total. Las provincias del Alto Perú se perdieron para siempre, y cuando lograran su independencia lo harían como nación aparte, la República de Bolivia
Tras el alzamiento de los criollos en el Alto Perú, una fuerza realista se alistó para sofocar la rebelión. Las milicias patriotas de Cochabamba comandadas por Francisco del Rivero se prepararon para unirse a una columna enviada desde Buenos Aires. Ante el avance enemigo, prepararon posiciones en el pequeño pueblo de Sipe Sipe. El 13 de agosto son derrotadas por las tropas españolas mas numerosas y mejor entrenadas que comanda el general Goyeneche. La batalla duró tres horas y los patriotas perdieron 600 hombres y la mayoría de sus fusiles y cañones. Los realistas apenas perdieron 15 hombres. La victoria de las tropas coloniales le permitió a España recuperar paulatinamente el control sobre otros distritos rebeldes del Alto Perú.
CONFLICTO DE GÜEMES
En su huida, el Ejército sólo pudo rehacer sus filas en el límite norte de la actual Argentina. Desde allí se propuso vengar la afrenta de Güemes, a quien Rondeau había declarado traidor y desertor. Para empeorar las cosas, Álvarez Thomas envió tropas de refuerzo, al mando de Domingo French y Juan Bautista Bustos, con orden de derrocar a Güemes y después incorporarse al Ejército del Norte. Güemes no los dejó pasar hasta haberse asegurado de que no lo atacarían.
En enero de 1816 ocupó la ciudad de Salta pero, tras algunas semanas de una guerra civil absurda, finalmente se firmó un tratado entre el Director del Estado y el gobernador de Salta. En éste se le encargaba la defensa de la frontera norte del país al gobernador salteño. Lo hizo muy bien, mucho mejor que lo esperado: soportó cinco invasiones sin ayuda externa y, finalmente, se sacó de encima a los realistas. De paso, desgastó en su propia provincia al poderoso ejército español, que perdió la oportunidad de defenderse en Chile y Perú. A principios de mayo de 1816 fue reemplazado como Director del Estado por Juan Martín de Pueyrredón, y dos meses más tarde debía dejar el Ejército del Norte en manos de Manuel Belgrano. De todos modos, éste nunca logró hacer una cuarta campaña al Alto Perú, y el Ejército se disolvería a principios de 1820, desmembrado por efecto de las guerras civiles.
EL DIRECTORIO
En 1818 fue nombrado inspector general del ejército y la frontera con los indios del sur, que se habían levantado contra el avance de la población blanca hacia el sur la provincia de Buenos Aires, aprovechando el desorden del ejército. En abril de 1819 fue nombrado gobernador de la provincia de Buenos Aires, aunque su autoridad era simplemente delegada del Director. En junio de ese año, la renuncia de Juan Martín de Pueyrredón lo llevó al puesto de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Su mando no era efectivo fuera de Buenos Aires. Los gobernadores de Cuyo y Salta se consideraban, en la práctica, sólo aliados del Directorio. Los de Córdoba y Tucumán, nombrados por Pueyrredón, se manejaban con mucha autonomía. Por su parte, las provincias litorales (la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe), negaban toda autoridad al gobierno porteño y se mantenían hostiles. Una tensa tregua mantenía la paz con Santa Fe, e incluso se mantenían en pie algunas peligrosas montoneras en Córdoba. La Banda Oriental, o al menos sus ciudades costeras, estaba dominada por los invasores portugueses, con apoyo evidente del gobierno central.
Sin embargo, la peor amenaza para su gobierno estaba mucho más lejos: en Cádiz se estaba organizando una poderosa invasión al Río de la Plata. La revolución liberal en España suspendió su partida, pero la noticia no llegó a Buenos Aires sino después de la caída del Directorio.
Rondeau se abocó a terminar cuanto antes con los federales, pero la única solución que no se le ocurrió para esos enemigos fue negociar con ellos y cederles la autonomía que reclamaban. Ordenó a José de San Martín que trajera el Ejército de los Andes a luchar también en la guerra civil. Manuel Belgrano obedeció, pero dejó el mando en manos de Francisco Fernández de la Cruz, y como segundo al general Bustos. Como San Martín se negó, envió al general Balcarce a tomar el mando de su ejército y traerlo a Buenos Aires; los gauchos de Estanislao López detuvieron el convoy.
CEPEDA
Rondeau decidió que la tregua estaba rota y ordenó a Belgrano trasladar el Ejército del Norte enteramente a la guerra contra Santa Fe. Hizo también algo mucho peor: invitó al gobernador portugués de la Banda Oriental, Carlos Federico Lecor, a invadir las provincias de Entre Ríos y Corrientes. Es decir que se negó a expulsar a los invasores de parte del territorio que gobernaba y los invitó a invadir otras porciones de su territorio.
En octubre, el caudillo entrerriano Francisco Ramírez pasó a la ofensiva e invadió el norte de la provincia de Buenos Aires. Rondeau salió a campaña y se puso al frente del ejército porteño, pero el 8 de enero de 11820 estalló el motín de Arequito, en el que el Ejército del Norte, Bustos depuso a su comandante y se negó a seguir la guerra civil.
Rondeau quedó solo frente a López y Ramírez, que el 1 de febrero de 1820 lo enfrentaron en la Batalla de Cepeda. El Director formó su ejército en una disposición clásica, con la caballería a los lados y la infantería y la artillería al medio; protegiendo sus espaldas quedaba la larga formación de carretas. Una posición muy difícil de vencer, salvo que el enemigo no estuviera obligado a atacar de frente. Los jefes federales rodearon el dispositivo y se pusieron a sus espaldas. De inmediato atacaron a la caballería, mientras la infantería trataba de asomarse entre los carros y los cañones aún apuntaban para el otro lado. La batalla duró diez minutos, y la huida de la caballería directorial arrastró a Rondeau. El resto del ejército tuvo que retirarse hacia San Nicolás de los Arroyos y embarcarse de regreso a Buenos Aires.
Todo el norte de Buenos Aires fue invadido por los caudillos, que llegaron en pocos días a los alrededores de la capital. Rondeau renunció el 11 de febrero, y en marzo abandonó la ciudad trasladándose a Montevideo. Su caída causó la caída del Directorio y del Congreso de Tucumán; hasta mediados de 1862 no habría un gobierno nacional reconocido por todas las provincias.
Estanislao López
1828
Durante la década siguiente ayudó al gobernador Martín Rodríguez en sus campañas contra los indios del sur de Buenos Aires. En 1825 hizo una campaña general sobre la frontera pero fue completamente derrotado en Toldos Viejos, cerca de Dolores. Desde entonces pasó a ejercer su mando desde Buenos Aires.
Estando en guerra las Provincias Unidas del Río de la Plata contra el Imperio del Brasil por la recuperación de la Banda Oriental, fue nombrado comandante del ejército que debía operar en la Banda Oriental. Pero el ministro de Guerra, Alvear, lo reemplazó por sí mismo. Sí, de nuevo reemplazó a Rondeau.
El gobernador Manuel Dorrego lo nombró su ministro de guerra, pero el 10 de octubre de 1828 renunció, pues en el recién nacido Estado Oriental del Uruguay, la Asamblea General Constituyente y Legislativa reunida en Florida, en votación unánime, lo llamó a ocupar el puesto de Gobernador y Capitán General Provisorio. El 22 de diciembre de 1828 prestó juramento ante la Sala de Representantes que en esos momentos funcionaba en Canelones. Esto neutralizó las ambiciones de mando de los generales Fructuoso Rivera y Juan Antonio Lavalleja, empeñado cada uno en ser gobierno. Renunció el 17 de abril de 1830, poco después de la sanción de la primera constitución de Uruguay y, al día siguiente, fue ascendido en el ejército con el grado de brigadier general.
Durante la presidencia de Rivera, en 1832, se le designó Encargado de Negocios ante el gobierno argentino. En 1835 se lo nombró Jefe del Estado Mayor del Ejército, función que abandonó por motivos de salud el 5 de abril de 1838. Fue nuevamente ministro de Guerra entre el 6 de febrero de 1839 y el 5 de marzo de 1840. Con sus exiguas fuerzas físicas participó en la Defensa de Montevideo en 1843 y 1844, en el período más duro del asedio, junto a muchos militares argentinos veteranos como él. Falleció a fines de ese año.
Enterrado con excepcionales honores, sus restos, que descansan en el Panteón Nacional del Cementerio Central, fueron solicitados en 1891 por la Argentina a fin de reintegrarlos a su patria natal, pero Uruguay determinó que sus cenizas debían permanecer en su suelo, al cual había servido como patria propia. En su honor se le dio su nombre a la avenida montevideana que comienza en la Plaza Cagancha, en el Centro, y que se extiende hasta la Avenida Agraciada, en La Aguada.
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