Atanasio de la Cruz Aguirre Aguado, (Montevideo, 2 de junio de 1801 - Montevideo, 28 de septembre de 1875), político uruguayo.
Su primera actuación pública tuvo lugar en el transcurso de la Cruzada Libertador de 1825 a 1828. Entre 1833 y 1838 fue Comisario de Guerra, y tras la Guerra Grande, en 1852, fue elegido diputado. Electo al Senado en 1861, presidía el cuerpo el 1 de marzo de 1864, cuando asumió interinamente el Poder Ejecutivo ante el final del período de Bernardo Prudencio Berro.
Su mandato, de un año de duración, transcurrió en medio de la guerra civil que había comenzado en 1863 con la insurrección de Venancio Flores y el Partido Colorado, que recibió el apoyo del Imperio del Brasil y del presidente argentino Bartolomé Mitre. Su gobierno hubo de enfrentarse primero a la presión diplomática del Brasil, a través de una lista de reclamos amañados por este (mayo de 1864), y luego a la invasión del territorio uruguayo por las fuerzas de mar y tierra del Imperio, que se pusieron abiertamente de parte de Venancio Flores.
En respuesta a estos hechos, y entre otras medidas, declaró nulos e hizo quemar en ceremonia pública los tratados de 1851 que establecían la alianza entre el gobierno uruguayo y el del Brasil (diciembre de 1864). También intentó sin éxito provocar la intervención francesa en el conflicto, enviando una misión diplomática ante Napoleón III (misión Cándido Juanicó, enero de 1865).
El 15 de febrero de 1865, ya sitiada la ciudad de Montevideo por las fuerzas de Venancio Flores y del Brasil, entregó el mando al Presidente del Senado, Tomás Villalba, quien capitularía pocas horas más tarde ante los sitiadores.
Difícil resulta desnaturalizar más el significado de una fecha como se lo ha hecho en el caso de la del 8 de octubre de 1851. Se ha pretendido ver en ella el sellamiento de una eterna e idílica paz entre los orientales. Quien quiera que se asome ligeramente al estudio de nuestra historia, de inmediato se percatará que ello para nada fue así, ya que a tan solo 21 meses de tan sacralizada “paz”, nuevamente los mismos contendores se liarán a tiros y ballonetazos en plena plaza de la Constitución, comienzo del “segundo tiempo” de ese mismo juego que se prolongará, tras reiterados “alargues”, durante más de medio siglo.
En el año 1951, con motivo del centenario del hecho, el profesor Juan E. Pivel Devoto dictó sobre el tema una conferencia titulada “El fin de la Guerra Grande” (después editada en folleto), en cuya página 29 establece (may. nuestras): “En efecto, el 7 de Octubre se firmó el PACTO CON URQUIZA QUE PONÍA FIN A LA GUERRA GRANDE” . Y en la página siguiente: “Es de hacer notar que, notificado el 8 de Octubre del ajuste del convenio, EL GOBIERNO DE LA DEFENSA SE NEGÓ A PRESTARLE RATIFICACIÓN”.
Confirma lo anterior el muy esclarecedor y prolijo trabajo de la profesora Elisa Silva Cazet. “Oribe. Contribución al estudio de su vida”, (apartado de la Revista Histórica Tomo XLI, p.94): “El 7 de Octubre fue suscrito el Pacto que puso fin a la Guerra Grande. En él se estipularon las siguientes condiciones” y enumera las seis cláusulas de la paz convenida entre Oribe y Urquiza, a la que éste calificó de “sin vencidos ni vencedores”.
Continúa esta historiadora (pág.96): “El 8 de Octubre comunicó (Garzón, segundo de Urquiza) al gobierno de Montevideo y AL ENCARGADO DE NEGOCIOS DEL IMPERIO DEL BRASIL, que había tenido lugar el sometimiento de las fuerzas orientales”.
Queda así meridianamente claro que el 8 de octubre representa nada mas y nada menos que LA PATADA A LA MESA - por una de las partes - de la efímera paz firmada el día anterior… Una vez informada que la otra había depuesto las armas. De las seis cláusulas acordadas en la víspera sólo se respetará la 4ª (teóricamente nada más) y la 5ª que pasarán, como segunda y tercera al tratado SUPLETORIO presentado el 10 de Octubre.
Insólitamente, fue rechazada incluso la cláusula 6ª, cuya esencia Silva y Cazet nos resume así (pág.98): “El doctor Herrera y Obes obtuvo también la supresión de la cláusula según la cual Urquiza se obligaba a usar sus buenos oficios para que el Imperio del Brasil no presentara reclamación alguna al nuestro hasta 6 meses después de restablecido el gobierno constitucional”. ¡Curiosa víctima inerme que rechaza una mínima ayuda ante el inminente atraco! Es que el pastel ya está en el horno para brindárselo a Su Majestad cuatro días después…
Seguimos en la misma página: “Las modificaciones introducidas por el Dr. Herrera Obes, DESVIRTUARON indudablemente el espíritu que había animado el convenio pactado entre Urquiza y Oribe el 7 de Octubre, con la expresión “No hay vencidos ni vencedores…” Si nos atenemos a las cláusulas del tratado de paz de 1851 (obviamente no se refiere al original sino al SUPLETORIO) el gobierno de Montevideo pudo considerase vencedor”. Y ese triunfo Y NO OTRA COSA es lo que celebran todos los ocho de octubre, algo que entendemos perfectamente. No así, en cambio, que entre los herederos políticos de los derrotados en la ocasión, salgan a hacerles el tren.
El tratado DEFINITIVO -redactado por los vencedores- se presentó públicamente el día 10, con los agregados y modificaciones que a ellos plugo. Será firmado por el ya inerme Oribe el día 11 pues, según refiere la misma página ” Oribe ratificó el once de octubre las modificaciones introducidas EN EL TRATADO ORIGINAL DE PAZ, con gran contrariedad de sus partidarios”.
Al otro día nomás, aún en la papelera tal vez, la oferta protectora de Urquiza, el gobierno de Montevideo firma apresuradamente por mano de su ministro en Río de Janeiro, doctor Andrés Lamas, los cinco tratados que con su tradicional angurria, le dicta nuestro atracador. No era en vano el apuro. Porque cuando los ingleses olfatean la maniobra y deciden impedirla, nuestro versátil jerarca en Río, pleno de exultante alivio, así se expide ante su cofrade el canciller Herrera y Obes: “Es fuera de duda que Lord Palmerston quiere detener al Brasil pero, merced a Dios viene tarde”. (”Correspondencia del Dr. Manuel Herrera y Obes. Diplomacia de la Defensa de Montevideo” Tomo IV, p.81).
Resumamos cronológicamente los HECHOS relacionados con la llamada “paz de octubre”, acontecidos en esos dramáticos 7 días:
7 de octubre: Firma del Tratado de Paz “sin vencidos ni vencedores” entre Urquiza y Oribe. Este entrega la armas.
8 de octubre: Rechazo del tratado por la Defensa (puntapié a la mesa).
9 de octubre: Elaboración del Tratado sustitutivo por la defensa.
10 de octubre: Presentación del mismo.
11 de octubre: Firma de Oribe.
12 de octubre: En Río firma Andrés Lamas cinco cheques en blanco -prácticamente- ante el Imperio.
13 de octubre: El nuevo presidente de la República, don Joaquín Suárez, firma el Tratado de paz DEFINITIVO que entra así en vigencia EN ESTA FECHA Y NO CINCO DÍAS ATRÁS.
¿Hasta cuando pues, el gastado sonsonete de que el ocho de octubre simboliza esa paz definitiva, entre orientales, que TODOS debemos reverenciar?
Prueba incontrastable de dicha falacia la darán ambos bandos liándose a tiros y bayonetazos 21 meses después en plena Plaza de la Constitución, algo que con intermitencias más o menos breves continuará hasta 1904.
Jorge Pelfort
El País, 7/10/94
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