José Fructuoso Rivera y Toscana (Durazno, 17 de octubre de 1784 - Melo, 13 de enero de 1854), militar y político de Uruguay. Fue el primer presidente constitucional, luego de diversas participaciones en las luchas independentistas. Fundador del Partido Colorado
Primer presidente del Estado Oriental del Uruguay
Tras su regreso a la Banda Oriental, Rivera fue nombrado Comandante de Campaña. Contaba a su favor con el prestigio ganado en la breve campaña, mientras Lavalleja cargaba con el desgaste de su larga gobernación y su comandancia del ejército, además del desprestigio causado por el golpe de estado de fines de 1827, por el que había eliminado la influencia del partido del caído presidente Rivadavia. Se aseguró la lealtad de los jefes de departamento del interior y la alianza de los dirigentes de Montevideo que habían sido partidarios de Lecor. En las elecciones de agosto de 1830 logró una cantidad de representantes en ambas cámaras legislativas de Uruguay suficiente para que lo proclamaran, en octubre de ese año como Presidente triunfando de este modo sobre la candidatura de Lavalleja. Asumió dicho cargo el 6 de noviembre de ese año.
Durante este primer período de gobierno enfrentó los graves problemas de un Estado naciente con instrumentos inadecuados para resolverlos. El primer problema al que debió enfrentarse es que el Estado carecía de eficacia a nivel de la Administración Pública; había organismos por crear, funciones por atribuir, responsabilidades por delegar, sumado a la falta de personas capacitadas para desarrollar tareas de gobierno. En segundo lugar, el nuevo Estado debía prestar atención preferentemente a sus relaciones internacionales. Era necesario perfeccionar la independencia con un tratado que reemplazara la Convención Preliminar de Paz y era primordial la fijación con precisión de los peligrosamente indefinidos límites con Brasil. En tercer lugar, el Estado ya nacía con deudas.
El caudillo no era hombre de Estado, ni entendía de problemas de administración. Su fuerza radicaba en la vinculación personal con la gente de campo, por lo que gobernó el interior recorriéndolo una y otra vez, abandonando el poder formal del Estado en manos del grupo que sería conocido como "Los cinco hermanos", dirigido por Lucas Obes, al que también pertenecían Nicolás Herrera, Julián Alvarez, Jaun Andrés Gelly y José Ellauri con quienes también colaboró Santiago Vázquez. Éstos intentaron establecer una organización estatal por medio de recursos formales (Leyes y decretos), pero el país real escapaba a su voluntad porque carecía de fuerza política para imponerla. El resultado fue desorden y lentitud en la organización administrativa del naciente Estado.
La política llevada adelante por los ministros de Rivera fue oligárquica, librecambista y orientada a favorecer los intereses del puerto. Su gobierno reconstruyó el puerto de Montevideo, emitió la primera moneda del país, vendió tierras fiscales en gran cantidad, fundó la Escuela Normal de Montevideo, pero sólo tuvo tres escuelas primarias funcionando, todas ellas en Montevideo. Su gobierno fue, en términos generales, muy mal administrador, y viciado de corrupción. Sus ministros y amigos sea apoderaron de los bienes públicos, y el propio Presidente derrochó los fondos públicos para formar una abundante clientela electoral. También autorizó la entrada de esclavos negros, prohibida por la Constitución, bajo el eufemismo de "colonos sometidos a patronato".
Gobierno de Oribe
Oribe se encontró con un tesoro nacional exhausto, un notable desorden administrativo y el interior del país en manos de su oponente. De modo que el presidente inició investigaciones por las irregularidades cometidas por la administración anterior, en las cuales se vieron envueltos los más destacados partidarios de Rivera.
Para empeorar las cosas, se inició la revolución de los farrapos en el sur del Brasil, con el resultado de que los derrotados de ambos bandos huían hacia el Uruguay. Inicialmente Rivera prestaba apoyo al general riograndense Bentos Manuel Ribeiro, su antiguo compañero en la Cisplatina, de modo que Oribe se vio obligado a quitarle su poder militar, para no atraerse represalias de parte del Imperio brasileño.
De modo que Oribe suprimió la comandancia de campaña. Falto de tacto, indultó a los partidarios de Lavalleja que Rivera había castigado, y después de algún tiempo repuso la comandancia de campaña, pero nombrando para el cargo a su hermano Ignacio Oribe.
Interpretando todos estos hechos como ataques en su contra, en julio de 1836 Rivera inició una revolución contra el presidente Oribe. Apenas un mes más tarde, el presidente Oribe lo derrotó en la Batalla de Carpintería, obligándolo a huir hacia Porto Alegre. Fue en esa batalla que se utilizaron por primera vez las divisas blancas para Oribe y rojas para Rivera, dando lugar a la fundación del Partido Blanco (renombrado como Partido Nacional en 1872) y el Partido Colorado, de los cuales estos dos personajes son considerados fundadores. Estos son los llamados Partidos Tradicionales en Uruguay, y siguen existiendo hasta la fecha.
Desde allí regresó con gran apoyo brasileño, y llevando como oficiales a muchos militares argentinos pertenecientes al Partido Unitario, entre ellos el general Juan Lavalle. Durante varios meses la guerra continuó indecisa, pero a mediados de 1838 Rivera traicionó al riograndense Bentos Manuel Ribeiro y así abandonó a los farrapos para así Rivera aliarse nuevamente al emperador brasileño. Por su parte, Oribe negó el permiso a la escuadra francesa durante el conflicto entre ese país y el gobernador porteño Juan Manuel de Rosas. De todos modos, la flota francesa bloqueó el Río de la Plata, incluyendo al puerto de Montevideo.
En esas circunstancias, Rivera obtuvo el triunfo en la Batalla de Palmar sobre Ignacio Oribe, gracias a la conducción en combate del porteño Juan Galo Lavalle que era uno de los aliados y apoyos que tenía Rivera. Las fuerzas de Rivera controlaron todo el interior del país y sitiaron Montevideo. Con la capital sitiada y el puerto bloqueado – e incluso bajo amenaza francesa de bombardear la ciudad – Oribe presentó la renuncia a la presidencia, aunque se reservó el derecho de reclamar contra la imposición violenta de la misma. A continuación se retiró a Buenos Aires, donde el gobernador lo recibió como al presidente constitucional del Uruguay. En esa época, Rosas le puso el mote de "pardejón", que no era un gesto racista, sino que se refería a un tipo de mulo salvaje y difícil de amansar.
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